En respuesta al clamor popular, comentaré brevemente cómo va el culebrón de las fotos de Túnez.
El miércoles me llamaron de la fotografía para decirme que estaban “buscando” las fotos por todos lados, pero que todavía no tenían noticias de ellas.
Les volví a reiterar mis amenazas con el fuego eterno y me comentaron que estaban intentando sacar copia de los negativos. Eso me sonó rarísimo porque si tú mandas a revelar unas fotos y te dan tus negativos, se supone que ellos no se quedan con ninguna copia, a menos que hoy las máquinas de revelado guarden mediante software una copia ó vaya usted a saber.
El caso es que hoy es el día que no me han llamado, así que pienso pasarme esta tarde por la tienda montar otro pollo para hacer presión y si la cosa no prospera pues el lunes tomar medidas policiales.
Soy consciente de que no servirá de nada, porque ellos dicen que se han perdido y que las están buscando, pero por lo menos no les quito la presión de encima para que sigan intentando recuperarlas.
Lo más extraño de todo es que no me han vuelto a reclamar las fotos que yo tengo así que realmente no sé qué está pasando.
El consorte dice que no van a aparecer, pero es que el consorte es el optimismo personificado en todo.
El niño quiere prenderle fuego a la tienda y ya de paso al centro comercial y si toca al pueblo entero. Pero es que el niño tiene el cerebro derretido de jugar al Diablo III y currar 14 horas seguidas.
La niña quiere adoptar al bebé porque dice que como ellos no procrean y yo siempre estoy diciendo que quiero ser abuela, pues que es una solución.
Y yo estoy frustrada porque creía haber recuperado unos momentos realmente especiales para nosotros y se han vuelto a perder.
El consorte dice que soy demasiado sentimental. Que todos recuerdan aquel viaje surrealista a Túnez porque yo quería conocer Cartago y dormir en el desierto, pero que no piensan repetirlo ni por la prima de riesgo española.
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