Siempre dicen que las comparaciones son odiosas pero sí es cierto que tiendo a comparar mis dos ciudades, Pamplona y Madrid en un aspecto en la cual la capital sale claramente derrotada: el número de fuentes en las que los viandantes pueden saciar su sed mientras caminan, por ejemplo, buscando secretos. Es llamativo, por lo reducido, la cifra de fuentes de agua potable que te puedes encontrar paseando por la Villa ¡Y eso que la ciudad es riquísima en aguas subterráneas!
Comparaciones aparte, hoy os quiero mencionar unas fuentes muy especiales que tuvo Madrid durante un brevísimo tiempo. Tan especiales que de ellas no brotaba agua, si no que en ellas, de sus solicitados caños salían leche y vino ¿Qué os parece? Su existencia no fue algo casual, se instalaron de modo temporala en la Plaza Mayor con motivo de la boda de Isabel II, en el año 1846. ¿Os imagináis las colas que se tuvieron que formar en ellas? Seguro que alguno aprovechó para llenar unas cuantas garrafas...
A ver si hay suerte y vuelven a instalarlas, por ejemplo, una de la que brote cerveza bien fresquita durante los duros meses de verano. Por pedir, que no quede...