Escrito con @JokersMayCry
Supongo que el mundo sería un lugar mejor si permaneciera ciega a ciertas cosas, al descosido de las horas hilando soledades en el eco de tu ausencia, al suicidio de unas lágrimas tozudas que se despeñan desde lo más alto de mis sueños cuando no sobrevivirían ni tan siquiera al roce de tus labios besándome con mentiras, a los “te quiero” que conjuraste con la más bella poesía y al engaño con el que bañabas cada palabra con el veneno de la falsa adulación… Supongo que sería más feliz ciega… Y lo estuve, maldita sea si lo estuve, deslumbrada por el resplandor de tu sonrisa diamantina, pero ojos que no ven, corazón que intuye, corazón que sufre, que late infartado entre pálpitos envidiados por Casandra… Siempre he tenido un sexto sentido y una primera experiencia, un último beso por el que morir y un tercer día en el que resucitar… Hasta hoy, que la rabia ha conseguido al fin violar a la tristeza.
Te odio de todo corazón, con la tormenta de mi ira, con cada añico de mi alma, con cada triza de mi corazón, con la cruz con la que enterraste mi fe en ti, con estas manos que te acariciaban y que ahora te arañarían hasta el hueso tratando de arrancarte de dentro esa belleza que, se supone, se encuentra en el interior, con estos labios que te besaban y que ahora te maldicen entre orgasmos de soledad masturbatoria… Te odio con todo, me dedico completamente a ello con una enfermiza obsesión y esta ira me desgasta, me consume, me sigues aniquilando desde ella, a lo lejos en el recuerdo. Tú ganas; yo siempre pierdo, pero no me rindo y sigo, sigo odiándote con la misma intensidad con la que te quiero a la vez que te doy por imposible mientras confío en que vuelvas y me cures las heridas con el roce de tu lengua que me eleva al cielo, que me arroja al abismo, que me vuelve a recoger de él con un falso “te quiero” y que me deja revolcándome en un barro que huele a tu piel y a la humedad que chorrea entre mis piernas y que lames con delirio como si de verdad me quisieras…
Ojalá un vestido de indiferencia, un pintalabios de color olvido, el peinado de “me importa una mierda todo”, la sonrisa de haberte superado y una gafas de no verte.
Y los tendré… claro que los tendré…
La mortaja en mi último día, el morado cianótico en mis labios carentes de un hálito de vida, los mechones enredados por los gusanos, el rictus de la muerte y… dos monedas en los ojos para pagarle a Caronte la travesía que me evitará definitivamente que pueda volver a verte.
Como decía… tú ganas, cariño; yo siempre pierdo.
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