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Las grapas del Transbordador

Publicado el 28 noviembre 2017 por Libros Prohibidos @Librosprohibi2
Las grapas del Transbordador

En Ediciones el Transbordador podemos encontrar, aparte de su línea de novela, una colección de relatos cortos tipo grapa, de no más allá de treinta o cuarenta páginas, llamada SOYUZ; así como otra de ejemplares gratuitos titulada Diversiones. En este pequeño reportaje os hablaremos un poco de algunas de estas historias que harán las delicias de los aficionados a la fantasía y la ciencia ficción.

El cerebro es lo único que importa

Comenzamos este repaso a la obra corta de El Transbordador con Las tostadas de la libertad. Trata la historia de Gregory, un hombre ofuscado por la búsqueda de una mujer a la que amó y que desapareció de su vida sin explicación. Es tal su desespero por encontrarla, que decide entregarse a una multinacional y convertirse en un nodo, un cerebro desnudo y programado para organizar las corrientes masivas de información que saturan las redes.

Pronto aprendieron que no toda la materia gris es proclive al cambio, sino que existen órganos cerebrales que son incapaces de resistir la función de nodo. Y los que sí son lo suficientemente fuertes se han de moldear, forjar a base de golpes. Los sesos aptos se resisten y deben ser adiestrados, domados, humillados. Hay que herirlos de muerte en su orgullo. Y, ¿de qué es de lo que más se enorgullece el cerebro? De controlar un cuerpo.

Las tostadas de la libertad no es la clase de libro que uno busca como lectura ligera. No es de esos libros masticados y sencillos, que puedes leer mientras hablas con tu amigo por whatsapp y estás pendiente de la parada de metro. Es una de esas historias que exige atención e interpretación, uno de esos relatos en los que te pones en la piel de Sherlock Holmes y vas buscando y organizando las pistas, tratando de comprender qué es exactamente lo que está sucediendo.

Las grapas del TransbordadorLo que se esconde en las profundidades

En Pedro y la pulsera mágica descubrimos a un hombre con tal ansiedad social que necesita hacer uso de su pulsera gapeadora para enfrentarse a las situaciones más cotidianas. Incluso cruzarse con alguien en el ascensor es imposible para él, que es incapaz de comprender y seguir las más simples reglas de interacción y convivencia. La pulsera le permite abandonar la realidad por cortos periodos de tiempo cada vez que la toca, pero ¿qué deja en su lugar?

Una tienda abarrotada escrutándole entero, durante una eternidad, mientras él examinaba el suelo, porque no habría otro lugar libre de gente. En algún momento, atreverse a pedir turno. Eso requeriría una voz suficientemente alta y firme como para ser oído, pero, a la vez, suave y sin pausas, y una dicción fluida que no cayera en lo exagerado. Un tono de voz que cualquier persona normal empleaba sin pensar pero que él no sabía a través de que misteriosos mecanismos podía llegar a adquirirse.

Dos líneas sin aparente relación se despliegan en Pedro y la pulsera mágica mostrando dos personajes que no solo son completamente opuestos, sino que también parecen vivir en mundos y épocas distintas. Por un lado, el pobre Pedro, incapaz de interactuar de forma normal con otras personas; por el otro, un individuo cruel y violento que hiere, atormenta o mata todo lo que se pone en su camino. Sus historias se entrelazan en la mente del lector, pasado y futuro, oscuridad y luz, el hombre y el monstruo, mientras este espera el momento en que ambos mundos converjan y el relato llegue a su fatal desenlace.

Las grapas del Transbordador

La vida es una tómbola tom-tom-tómbola

El silenciador cuenta la historia de Andreu Montero, un tipo ambicioso que un día se cruza con un invento revolucionario: el silenciador infantil, un aparato capaz de callar los gritos de los niños con la misma facilidad con la que uno enciende o apaga la radio. Solo hay un problema, la patente la tiene Villegas, su inventor, y quiere un millón de euros.

Villegas era uno de esos tíos que dudan de todo. Los tipos así respiran la mitad de veces que nosotros, porque primero tienen que tomar la decisión de inspirar y luego la de espirar. Y lo mismo para hablar. Villegas tenía la irritante costumbre de demorarse unos segundos en responder a la pregunta más sencilla. Mientras él buscaba las palabras fui consciente de que hacía tan solo cinco minutos que conocía a aquel hombre y ya lo odiaba a muerte.

Al son de la famosa canción de Marisol, Sergi Álvarez nos presenta una historia sobre la ambición de la mano de un personaje que los lectores amarán y odiarán al mismo tiempo. Montero es el narrador de este divertido y extravagante relato, que atrapará al lector desde la primera página gracias a la cercanía y la expresividad de su lenguaje, así como a la complejidad y definición con la que retrata, no solo a los personajes, sino también las situaciones que sus propias malas decisiones desencadenan. Una historia ligera y amena que te dejará con ganas de más.

Las grapas del Transbordador

¿Y qué hubiera pasado si...?

Pasamos al primer relato de Diversiones, otra línea de El Transbordador en modo grapa, pero gratuita. La detective Haruka Hamamiya tiene que encargarse de un asesinato en el templo del pabellón de oro. Allí se ha hallado el cuerpo de un extranjero, un gaijin no identificado, lo que significa que va a tener que trabajar con un miembro de Kempei Tai, la policía secreta que se encarga de velar por la integridad y el nacionalismo japonés.

El monje mostró su mejor sonrisa. Abrió su rostro exhalando la felicidad que deseaba compartir. Masato pensó un instante en cómo sería ver la cabeza de aquel hombrecillo rodar cuesta abajo por la calle. Le parecía adivinar rasgos chinos en sus mejillas, quizá fuese mestizo de segunda generación. Agarró con fuerza el bastón. Respiró hondo, recordó dónde estaba, allí eran civilizados, estaba en Japón, en casa, lejos de todos aquellos sitios de pordioseros de lenguas extrañas y costumbres bárbaras.

Al estilo de El hombre en el castillo de Philip K. Dick, Magín Méndez nos relata lo que podría haber sido del mundo si los japoneses hubiesen ganado la Segunda Guerra Mundial y nos sorprende creando un entorno fascinante en unas pocas páginas. Un relato que, terminado abruptamente, te dejará con la miel en los labios y el deseo de adentrarte y descubrir más sobre los entresijos de ese realidad alternativa.

Las grapas del Transbordador

Destellos de fantasía y ciencia ficción

En Digresiones son encontramos con una serie de microrelatos de todo tipo. Algunos tan cortos que apenas llenan una página y otros lo bastante extensos para tener varios capítulos. En ellos podemos distinguir referencias a Terminator, Mazinger Z o El Señor de los anillos, así como una reescritura de los mitos griegos de Dédalo y el minotauro.

Con estas alas que yo he construido abandonaremos esta isla que la ingratitud de un tirano ha hecho funesta para nosotros: atravesaremos el vasto mar y alcanzaremos alguna tierra lejana y amiga. Con este artefacto podremos volar, podremos alzarnos por encima de los demás hombres.

Juan Antonio Fernández repite aquí con la editorial, pero lejos de presentarnos una historia tan elaborada como la de Pedro y la pulsera mágica, que sorprendía por el ingenio de su narrativa, aquí nos muestra una serie de microrrelatos que yo calificaría más como ideas o destellos, ya que en muchos casos terminan antes de que uno haya podido empezar a comprenderlos y apreciarlos en toda su magnitud. Excepto por un par ellos, un poco más largos, el resto me han dejado más bien desencantada.

Me ha parecido muy atractiva esta idea de los cuentos y los relatos cortos en formato grapa por parte de El Transbordador. Lo único que he echado en falta en ambas colecciones, cuyos números en general son muy interesantes y capaces de llevar a descubrir el trabajo de muy buenos autores, ha sido ver alguno firmado por una mujer. Ambas colecciones son exclusivamente masculinas, lo que me ha sorprendido teniendo en cuenta la cantidad de mujeres escritoras que hay actualmente. Espero con ansías encontrar alguno en el futuro. Por lo demás, debo felicitar a la editorial por su buen trabajo.

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