Lo que es indudable que ante el próximo final todos nos arrepentimos de actos del pasado y de no haber expresado todo nuestro amor a los seres queridos. Esta es la tesitura a la que se enfrenta Michka, la protagonista de la novela. Siendo niña y en plena ocupación nazi de Francia, fue entregada por su madre a unos desconocidos en un acto desesperado por ocultar a una hija destinada a ser asesinada por ser judía. Los desconocidos la ocultaron y la criaron, exponiéndose a un destino terrible si eran descubiertos. Michka siente que jamás agradeció un gesto de bondad tan pura y comprende que debió poner más empeño en encontrar a sus ángeles de la guardia para expresarles su reconocimiento.
En cualquier caso Michka, quizá de manera inconsciente, acogió en su casa hace años a una niña que necesitaba amparo. Ésta, convertida ya en una mujer, visita con frecuencia a la protagonista en su habitación de la residencia. Tenemos también a otro personaje en este pequeño drama, Jérome, el logopeda que intenta ralentizar la afasia que atormenta a la anciana, que le está haciendo perder el uso del lenguaje día tras día. Pero el servicio que presta Jérome irá mucho más allá de lo terapéutico: en sus vacaciones va a aprovechar para indagar en la historia de su paciente y localizar a la hija de sus benefactores: el agradecimiento llega entonces de la manera más insospechada: después de todo, Michka va a tener la oportunidad de irse en completa paz.
Los agradecimientos es una novela atípica, en el sentido de que no estamos acostumbrados a que los novelistas de prestigio se dediquen a contarnos historias de buenos sentimientos. Es una propuesta de fácil lectura que pretende hacer llegar al lector un mensaje claro y contundente, que a veces los pequeños gestos son los que dan sentido a vidas enteras. Está bien escrita, pero no va más allá de lo ya expuesto ni lo pretende. Humanismo literario que no intenta ser profundo, sino cristalino.