Revista Música
No sé cómo empezar a hablar de Las grietas del infierno de Rubén Castillo, y más habiendo leído reseñas como ésta o como ésta .
La verdad es que está muy bien escrito, no es monótono, aborda muchos puntos de vista, e implica al lector como pocos libros lo consiguen.
Leyendo la novela sientes la impotencia de ver que no puedes pelearte con todos los compañeros de Pablo y llamarles a todos hijos de mala madre.
¿Pero cuál es la verdad en un mundo donde gobierna la mentira por mayoría absoluta? Si todos han probado el fruto del pecado, si tienen las manos atadas por su mala conciencia y si, como dice el refrán, piensa el ladrón que todos son de su condición, cómo podrán ponerse del lado de la verdad sin salir perjudicados.
Navegamos en un mar de dudas, aunque lo que sí que está claro es que ella tiene más de 18 años y que a Pablo se le acusa de algo que no está demostrado.
¿Pero realmente llegó a pasar algo entre Pablo y Sonia? Seguramente nunca lo sabremos, cada uno puede pensar lo que le parezca.
En mi opinión pudo ser incluso ella quien pretendiera abusar de él con el pretexto de cambiar su suspenso por un aprobado, o que quisiera que él dejase a su mujer, el dijera que no, y a partir de ahí ella decidiera hacerle la vida imposible ... ¿Pero entonces por qué él no la acusa a ella? tal vez porque las cosas no son ni blancas ni negras son grises.
Lamentablemente la igualdad no existe, por mucho que se empeñen en poner un ministerio de (des)igualdad (que no hace más que desequilibrar la balanza y vaciar el bolsillo de los contribuyentes) ¿qué pasa, que no hay maltratadoras?,¿no hay mujeres más venenosas que las serpientes?
Sinceramente en dos días no se superan las faltas de ortografía, además si ella creía que iba a suspender por qué no le dijo al profesor que le hiciera el examen escrito, que no me lo creo, que se ve venir que hay gato encerrado.
Lo que sí que no me entra en la cabeza, de ninguna manera, es cómo se le puede dar tanto crédito al testimonio de una alumna y no concederle ni siquiera el beneficio de la duda al acusado.
Pero es que lo peor es que estas cosas pasan en la realidad y el profesor siempre tiene todas las de perder, aunque no haya roto un plato en su vida.
Y lo que hace la inmensa mayoría es mirar hacia otro lado, y que no les manchen los zapatos y eso en el mejor de los casos, porque en el peor, se dedican, además, a manchar los zapatos de los demás.