Elena F. Guiral
Hace ya algo más de una semana llegó hasta mí la historia de Makiko, una japonesa residente en España que había creado un blog llamado Las 1000 grullas. En él contaba lo apenada e impresionada que se había sentido por el terremoto de Japón. También contaba que había pensado en mostrar su solidaridad con las víctimas de esta tragedia cumpliendo una tradición de su país en la que amigos y seres queridos conseguirán la recuperación de una persona enferma si consiguen hacer 1.000 grullas de papel. Makiko, que incluía un vídeo de instrucciones en su blog, pedía a todas las personas que quisieran colaborar que enviaran una foto de sus grullas hasta completar las mil. Les pedía que se hicieran una foto junto a sus grullas, o eligieran algún objeto especialmente querido para ellos.
Cuando leí esta historia me emocionó mucho, pero en un primer momento pensé que poco podríamos hacer nosotras ante un desastre de tales dimensiones. Sin embargo, la idea de Makiko fue dejando poso en mí y como, todos los días paso a la salida del trabajo por la tienda japonesa Muji, casi sin pensarlo entré esa misma tarde y compré un libro sobre como hacer pájaros de papiroflexia y papel de origami.
Una buena amiga nos echó una mano, nunca he sido especialmente brillante en las artes papirofléxicas… y aquí están. Las tres grullas biotec posan junto a Muji I y Muji II, nuestras mascotas, que casualmente también compramos en esta tienda japonesa hace unos meses.¿Puede la foto de tres grullas de papel cambiar o mejorar la terrible situación que se está viviendo en Japón? En un principio, podría parecer que no, en absoluto no. Ni las grullas ni nosotras somos físicos nucleares, ni estamos en Fukushima. Pero nuestras grullas sí son capaces de volar , llevando un mensaje de solidaridad y esperanza. Porque los japoneses, además de ayuda logística y técnica, también necesitan saber que estamos con ellos, que no les olvidamos. Siempre he pensado que la soledad es el sentimiento más devastador, el único que puede hacer que te rindas definitivamente. También Makiko necesitaba saber que no estaba sola, por eso decidió pedirnos ayuda.
No os he contado hasta ahora que yo leí la historia de Makiko en IPMARK, un periódico especializado en temas de comunicación y publicidad. Pero también en El Mundo al día siguiente. ¿Cómo la historia de una japonesa que empezó a escribir en un blog pidiendo que le enviaran 1.000 fotos de 1.000 grullas de papel llegó a aparecer en la versión papel de un periódico de difusión nacional? Porque es hermosa, porque es conmovedora. Pero también por el arrollador poder de las redes sociales, que son mucho más que postear un comentario en Facebook y Twitter, como explica el muy interesante libro The tipping point. How Little things can make a big difference, cuya lectura recomiendo. Hace 15 años Makiko no hubiera reunir sus 1.000 grullas en menos de cuatro días. Hace 15 años yo tampoco hubiera podido contaros la historia de Makiko. Es, simplemente, el milagro de la era digital.