Revista América Latina
Escrito por Earle Herrera
Sebastián Piñera se declaró en guerra contra “un enemigo poderoso”. La cordillera de los Andes crujió ante el alarido bélico del zopilote del FMI. Venía Piñera de su batalla en Tienditas, un puente entre Venezuela y Colombia al que no pudo tomar con otros mariscales de trochas (Duque, Abdo y el autoproclamado). ¿Culpable? La burundanga que relajó las tropas en las cálidas noches cucuteñas. Esa derrota, a pesar de haberle prometido a Trump la cabeza de Maduro, no lo amilanó. O’Higgins también tuvo las suyas. Mira con quién se compara, teniendo a Pinochet tan cerca.
La palabra compuesta Piñechet (Piñera más Pinochet) no es de mi autoría. No suelo apropiarme de creaciones y hallazgos ajenos. Su propiedad intelectual corresponde al señor Maduro, quien por ese constructo lingüístico se granjeó los insultos del Piñechet, cuya guerra parece que se le fue de las manos. En su descargo, digamos que las desigualdades que desguazan Chile desde el asesinato de Allende por Augusto Pinochet, no son solo de su autoría. Las impuso la satrapía y así las mantuvo, a troche y moche, la señora Bachelet, esa especie de carmín de la derecha, chanel número 5 de la represión y rimel del gorilaje.
En su primer parte de guerra, cuando todavía articulaba algunas coherencias, este Piñechet arremetió contra Venezuela, Cuba, Bolivia y describió a sus enemigos con informes de inteligencia medios tarados. Estos vándalos serían las legiones de pensionados que se niegan enriquecer a sus benefactores: los dueños de fondos de pensiones; los estudiantes que exigen descaradamente que el Estado no les cobre matrícula y mensualidades; los enfermos y desahuciados que no quieren pagar atención médica ni medicinas, y los resentidos porque el mariscal Piñera, al igual que sus colegas empresarios, redujo su deuda de 30 años a tres, por prescripción legal.
En próximos partes de guerra seguiremos desglosando al enemigo peligroso del mariscal de rastrojos, Sebastián Piñechet. Por ahora, el mundo registra que pidió perdón y ofrece un paquete al revés, lo que sería para su clase un programa contra natura, es decir, anti FMI. En cuanto a su acto de contrición, no olviden a su mentor, Augusto Pinochet, quien 19 días antes de asesinarlo, también juró lealtad al presidente Salvador Allende.
Sebastián Piñera se declaró en guerra contra “un enemigo poderoso”. La cordillera de los Andes crujió ante el alarido bélico del zopilote del FMI. Venía Piñera de su batalla en Tienditas, un puente entre Venezuela y Colombia al que no pudo tomar con otros mariscales de trochas (Duque, Abdo y el autoproclamado). ¿Culpable? La burundanga que relajó las tropas en las cálidas noches cucuteñas. Esa derrota, a pesar de haberle prometido a Trump la cabeza de Maduro, no lo amilanó. O’Higgins también tuvo las suyas. Mira con quién se compara, teniendo a Pinochet tan cerca.
La palabra compuesta Piñechet (Piñera más Pinochet) no es de mi autoría. No suelo apropiarme de creaciones y hallazgos ajenos. Su propiedad intelectual corresponde al señor Maduro, quien por ese constructo lingüístico se granjeó los insultos del Piñechet, cuya guerra parece que se le fue de las manos. En su descargo, digamos que las desigualdades que desguazan Chile desde el asesinato de Allende por Augusto Pinochet, no son solo de su autoría. Las impuso la satrapía y así las mantuvo, a troche y moche, la señora Bachelet, esa especie de carmín de la derecha, chanel número 5 de la represión y rimel del gorilaje.
En su primer parte de guerra, cuando todavía articulaba algunas coherencias, este Piñechet arremetió contra Venezuela, Cuba, Bolivia y describió a sus enemigos con informes de inteligencia medios tarados. Estos vándalos serían las legiones de pensionados que se niegan enriquecer a sus benefactores: los dueños de fondos de pensiones; los estudiantes que exigen descaradamente que el Estado no les cobre matrícula y mensualidades; los enfermos y desahuciados que no quieren pagar atención médica ni medicinas, y los resentidos porque el mariscal Piñera, al igual que sus colegas empresarios, redujo su deuda de 30 años a tres, por prescripción legal.
En próximos partes de guerra seguiremos desglosando al enemigo peligroso del mariscal de rastrojos, Sebastián Piñechet. Por ahora, el mundo registra que pidió perdón y ofrece un paquete al revés, lo que sería para su clase un programa contra natura, es decir, anti FMI. En cuanto a su acto de contrición, no olviden a su mentor, Augusto Pinochet, quien 19 días antes de asesinarlo, también juró lealtad al presidente Salvador Allende.