Revista Medio Ambiente
Durante los cálidos días de verano, unos pequeños animales de color azul intenso aparecen y desaparecen entre los claroscuros del bosque de ribera. Son los caballitos del diablo de la especie Calopteryx virgo. Tienen un vuelo pausado y tranquilo, muy distinto al de sus parientes las libélulas, y entre vuelo y vuelo se posan en las ramas de los árboles y que caen directamente sobre el arroyo. Su color es de un azul intenso como el de algunas aves tropicales y se exhiben para llamar la atención de las hembras, que con unas tonalidades pardas son mucho más discretas que ellos.
A pesar de su aspecto delicado, se trata de animales muy territoriales, que defienden intensamente su pequeña parcela de río ante la presencia de los machos rivales. Una buena zona es la mejor garantía para poder reproducirse con éxito. Por una parte, la combinación de luces y sombras resalta aún más el colorido de sus alas, y por otra parte, los pequeños remansos ofrecen un buen lugar para la puesta de las hembras.
Si nos acercamos un poco mas, podremos ver bajo sus ojos azul oscuro, las mandíbulas con las que comen a sus presas, normalmente pequeños mosquitos y otros insectos, y casi como una prolongación de la cabeza, el primer par de patas, provisto de pequeñas púas que le ayudarán a sujetar a sus víctimas firmemente cuando las capturan en vuelo.
Las hembras elegirán al macho más atractivo y que tenga el mejor territorio para que sea el padre de sus hijos. Una vez fecundada, y bajo la atenta mirada del macho, se sumergirá en las tranquilas aguas del remanso del río para ir depositando pequeños huevecillos en el interior de los tallos de la vegetación acuática. Allí se desarrollarán hasta su nacimiento, cuando emergerá una larva acuática que pasará aún muchos meses bajo el agua antes de que, una vez que haya alcanzado el tamaño necesario, salga del agua para metamorfosearse en un adulto tan llamativo como sus padres.
NOTA: haced click en las fotos para verlas a mayor tamaño