Revista Religión
Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien… Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo. – Romanos 8:28-29.
Cuando se extrae un bloque de mármol de una cantera, todavía es impropio para cualquier uso. El escultor deberá trabajar mucho tiempo empleando múltiples herramientas para dar forma a una obra de arte.
¡Con nosotros ocurre de igual manera! Cuando creemos en el Señor Jesús como nuestro Salvador, somos semejantes a ese bloque deforme. Dios se ocupa de nosotros y, mediante diversos instrumentos, nos da forma según su deseo. Emplea su Palabra para instruirnos, pero también utiliza las circunstancias de la vida y especialmente las pruebas, tales como la enfermedad, un accidente, un fracaso escolar, profesional o sentimental… Todo está a su disposición para ese fin. Las herramientas de Dios a menudo causan dolor, pero nunca olvidemos que su mano es la que las maneja.
Sabemos que nada ocurre por casualidad, que Dios controla todo. Su poder ilimitado está al servicio del bien de sus hijos. ¡Qué tranquilidad debería darnos este pensamiento cuando pasamos por la prueba!
¿Y cuál es el objetivo que Dios persigue? Así como un escultor tiene ante sí un modelo, el cual se esfuerza en reproducir en la piedra, Dios tiene un modelo propio: su Hijo, el hombre perfecto. Quiere reproducir en nosotros sus caracteres, hacer que al igual que él nos volvamos pacientes, humildes, obedientes, caritativos… y él se toma su tiempo para producir ese resultado en la vida de usted y en la mía.
Fuentes: Amen,Amen