Las Hijas del Frío es la tercera novela escrita por la genial novelista sueca Camilla Läckberg. Forma parte del serial dedicado a los personajes de la escritora Erica Falck y el policía Patrik Hedström, la tercera junto con la aclamada "La princesa de hielo", y "Los gritos del pasado".
En la historia nos encontramos con la escritora Erica Falck y su novio, el detective Patrik Hedström, que acaban de tener un bebé y, lejos de vivir un momento de plenitud, viven sumidos en un estado de caos familiar: Erica está pasando por una depresión posparto, Patrik está agotado por su trabajo, la casa está hecha una pocilga y la relación se tambalea. Erica encuentra un punto de apoyo en su amiga Charlotte, también madre y también sumida en plena crisis existencial y matrimonial. La tragedia se produce cuando un pescador encuentra a la hija de Charlotte (Sara) ahogada en el mar. Cuando se descubre que la niña no murió de forma accidental sino que fue asesinada, empieza un periplo investigativo que sacará a la luz trapos sucios, viejas rencillas y secretos del pasado de los respetables habitantes de Fjällbacka.
Al mismo tiempo, la novela nos va desgranando, de forma paralela, una historia ambientada en los años 20, la vida de una malcriada chica joven de clase alta llamada Agnés, que de alguna forma u otra tiene relación con los acontecimientos de la trama actual de los personajes.
A decir verdad, a mi me gustó mucho esta novela, de las tres que he leído de Camilla Läckberg, esta es sin duda alguna, la que más me ha gustado y la que más me ha enganchado. Quizá sea por esa maravillosa y terrible historia ambientada en los años 20, o quizás sea por ponerme en la piel de Patrick Hedström, y lo duro que le resultan sus primeros días como padre; o quizás sea por el complejo entramado de personajes, cada uno con sus historias, todas ellas entrelazadas entre sí.
Huelga decir que es una muy buena novela, muy recomendable, y en la que se nota la experiencia y tablas adquiridas por esta genial escritora, con unas descripciones precisas y bien narradas.
FRAGMENTO DEL LIBRO:
La pesca de la langosta no era lo que había sido en otro tiempo. Antiguamente, los que trabajaban duro para capturar el marisco negro eran pescadores profesionales. Ahora, en cambio, eran los veraneantes quienes, durante una semana, pescaban langostas para satisfacción propia y exclusiva. Y tampoco acataban las normas. El había visto de todo a lo largo de los años. Cómo sacaban discretamente un cepillo con el que retirar las huevas de las hembras y hacerlas parecer legales, cómo vaciaban las cubetas ajenas e incluso buceadores que se sumergían para coger con sus propias manos las langostas de las cubetas de los demás. A veces se preguntaba adónde iría a parar todo cuando ni entre los pescadores de langosta quedaba el menor atisbo de honor. En una ocasión, al menos, le dejaron una botella de coñac en la cubeta cuando la saco vacía, en lugar de con cualquiera sabe cuántas langostas que habrían desaparecido de su interior. Aquel ladrón, por lo menos, dio muestras de algo de honradez o, en su defecto, de sentido del humor.
Frans Bengtsson suspiró profundamente mientras revisaba las cubetas, pero se animó al ver que en la primera ya había dos magníficos ejemplares. Tenía buen ojo para saber dónde encontrarlas y conocía algunos lugares privilegiados donde podía llenar sus tinas con la misma buena pesca año tras año.
Después de haber llenado tres cubetas, tenía ya una cantidad considerable del codiciado marisco. Él no comprendía exactamente por qué tenía un precio tan escandaloso. No por que no le gustase, pero, si le daban a elegir, él prefería cenar arenque. No sólo estaba más rico, sino que, además, tenía un precio más razonable. Pero el dinero que sacaba pescando langosta era un extra que le venía muy bien añadir a la pensión en aquella época del año.
La última cubeta pesaba bastante y apoyó el pie contra la falca del barco para aumentar la estabilidad a la hora de sacarla. Poco a poco, fue notando cómo subía y esperaba que no hubiese sufrido ningún daño. Miró por la borda de su vieja barca para ver en qué estado aparecía. Pero no fue la cubeta lo primero que vio. Una blanca mano hendió las inquietas aguas y, por un instante, le pareció que señalaba al cielo.
Su primer impulso fue soltar la cuerda que sostenía en la mano y dejar que, fuese lo que fuese aquello que descansaba bajo la superficie del agua, volviese a desaparecer en las profundidades junto con la cubeta llena de langostas. Sin embargo, enseguida le pudo la experiencia y empezó a tirar otra vez de la cuerda que estaba atada a la cubeta. Su cuerpo conservaba aún gran parte de su vigor de antaño, y no le vino mal, pues se vio obligado a tirar con todas sus fuerzas para subir su macabro hallazgo por la borda. Cuando el cadáver pálido, exánime y empapado cayó de golpe sobre la cubierta, perdió el aplomo. Había sacado del agua el cuerpo sin vida de una menor, una niña, con los largos cabellos adheridos al rostro y los labios tan violáceos como los ojos, que ahora se clavaban invidentes en el cielo.
Fuentes:http://www.ciao.es/Las_hijas_del_frio_Camila_Lackberg__Opinion_1732327Fragmento extraido de la propia novela.
Revista Cultura y Ocio
Las Hijas del Frío... Una Novela de Camilla Läckberg
Publicado el 21 septiembre 2011 por Mumbo @OMasti2012Sus últimos artículos
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