Abrazo entre Serafín Castellano y Rita Barberá tras la debacle electoral del pasado mes de mayo.
Mariano Rajoy no deja de tomar el pelo a los ciudadanos al permitir que Rita Barberá esgrima su aforamiento a sus señorías. Es lo que Ruth Toledano dice en su artículo “Hostias varias”. La primera frase de “qué hostia, coño, qué hostia”, musitada al oído de Rita Barberá por Serafín Castellano en la noche electoral del pasado mes de mayo, en que el PP perdió las elecciones valencianas, fue anunciada por el delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana. Cuatro días después era detenido por prevaricación, malversación y cohecho por la adjudicación de contratos cuando era conceller.
“A diferencia de la mayoría de los nativos en una lengua, que suelen dominarla, Rita Barberá –escribe Tuth Toledano en Eldiario.es del pasado lunes– solo chapurrea el valenciano, que habla en público al mismo nivel que debe de hablar Aznar el catalán en la intimidad. El espectáculo lingüístico que dio en el balcón del Ayuntamiento en plenas fallas le ha pasado entre los valencianos una factura directamente proporcional a las que ella y los suyos pasaban a los fondos públicos. El castellano (que, sin duda, ella llamará español) lo habla y entiende, sin embargo, muy bien. Con esos matices que hacen fascinante un idioma: si, por el tono de aquel ‘qué hostia’ de Castellano, Barberá y todos los españoles entendimos que se acaban de romper la crisma política, por el tono general reciente de Rita, todos los españoles (incluido, seguramente castellanos y, desde luego, el propio Rajoy) entendemos que nos dice ‘no me echáis del Senado ni con agua caliente, qué hostia’. Son hostias distintas aunque la misma hostia, una especie de santísima duplicidad filológica.
“Que Rita Barberá no se vaya del Senado ni a hostias políticas como las que, in extremis, le ha tenido que dar su propio partido, se debe a su condición de aforada, una situación jurídica que, en una democracia desarrollada y sana, solo supone ya un injusto privilegio, que, en materia penal y frente a los ciudadanos de a pie (en su mayoría, tan sufridos), protege a los representantes de las instituciones, desde los de más alta cuna, como el rey, hasta -pasando por jueces y fiscales- los de más baja estofa, como la senadora Barbera y sus compinches (‘El PP ha sido una banda organizada para el saqueo’, ha resumido Mónica Oltra en una dos veces buena frase, por buena y por breve), a quienes el escaño protege de ser detenidos y de ser juzgados por un tribunal ordinario.(…)
“Que Rita Barberá se niegue a entregar su acta de senadora autonómica tras estar encausada en el caso Taula pone en evidencia que el aforamiento es una injusticia que hay que eliminar de la Constitución vigente y de los Estatutos de Autonomía. El PSOE lo intentó recientemente en el Senado, moción que, a pesar de contar con el apoyo de todo la Cámara, el PP logró tumbar gracias a su mayoría absoluta, aunque ahora vengan con Ciudadanos a hacernos creer que es uno de los acuerdos que van en su falaz paquete de transparencias y regeneraciones. Albert Rivera está ahora apretándole las tuercas a Rajoy con el tema de la ex alcaldesa valencia, pero el líder naranja ya nos tiene acostumbrados al doblez.
“Que Rita Barberá no solo no entregue su acta de senadora sino que, al pasar al Grupo Mixto (una vez que la han obligado a abandonar el PP), vaya a ganar 2.700 euros más, es decir, 7.000 al mes, es considerada una burla de dimensiones calatravescas (me refiero al arquitecto Santiago Calatrava, sí, también imputado por sus multimillonarias chapuzas valencianas). Una burla liderada por Mariano Rajoy, que da en los morros a los españoles una nueva hostia. Una hostia constitucional”.