El personaje del cual hablo hoy lleva meses muy presente entre nosotros –hasta donde sé, entre los ciudadanos de Barcelona, Madrid y Valencia– pero he optado por dedicarle una entrada para que aquellos que aún no lo conocen y se topen con una obra suya la miren con buenos ojos. Así que creo conveniente dejaros a continuación con algunas de sus intervenciones para que rápidamente lo reconozcáis y podamos entrar en materia.
¿Os resulta familiar, no? Bien, pues para aquellos que todavía no sepáis quién es, debo aclararos que el susodicho se llama Clet Abraham y es un artista francés que lleva la mitad de su vida residiendo en Florencia. Es un gran viajante y es por ello por lo que imágenes como las anteriores pueden encontrarse en diferentes ciudades de Europa. Deja su arte allá por donde pasa. Por supuesto, no es un simple acto de vandalismo sino un cambio de visión, una forma distinta de entender el mobiliario urbano y de algo más.
Clet selecciona diferentes señales de tráfico de la ciudad en la que se encuentra y les añade imágenes, manteniendo el significado primitivo de éstas para no verse inmerso en problemas legales pero sí dejando la puerta abierta a un espacio de reflexión. De esta forma consigue acercar el arte, la reivindicación o el pensamiento libre a un gran sector de la población que no acostumbra a detenerse a cavilar.
Esta práctica artística va más allá de las paredes del museo, necesita inundar la calle para conseguir su propósito. Es un paso más del street art, el hecho de no limitarse al graffiti de los muros sino poder llegar a cualquier elemento de la calle y explotar la libertad que esta proporciona, pues sin una entidad museística que acote la producción, artistas como Clet Abraham ven ampliadas las posibilidades de su arte. El problema surge cuando la administración inicia un conflicto y pretende censurar el arte en la calle. Bajo mi punto de vista y la potestad que me permite este espacio creado por mí, considero que no afecta a ningún ciudadano el hecho de que alguien redecore las señales de tráfico mientras esto no suponga un peligro para viandantes y conductores, por supuesto. ¿Cómo puede considerarse negativo que el arte llegue a todos? Pero el sistema gubernamental acostumbra a tener obsesión por censurar el arte y mucho más si éste se produce de forma libre, sin control.
Creo que el momento social que estamos viviendo es totalmente oportuno para dejar libertad absoluta al arte. A la cultura, en general. Estamos en un período que nos permite ir en contra de la sumisión al gobierno. Y el street art es uno de los miles de elementos que podemos utilizar en nuestro favor. Si los jóvenes neoyorquinos reivindicaron el uso del graffiti en los años 70 no era por un mero acto gamberro sino para romper con el poder gubernamental. De una forma similar tenemos que mirar, pues, a Clet Abraham. Algo querrá decirnos cuando crucifica a un muñeco de palo o hace que otro robe una prohibición al paso. Dejemos que los artistas callejeros se expresen porque ellos son la voz de la realidad social, un grito que deben escuchar los individuos sordos que deambulan deshumanizados por la ciudad.
Charlie W.
Si os interesa ver alguna de las obras de Clet Abraham podéis pasearos por el barrio del Born (Barcelona) y encontraréis gran cantidad. También se pueden encontrar algunas cerca del campus de Ciutadella de la Universitat Pompeu Fabra y en la Plaza de Chueca (Madrid). Tenéis libertad para dejar en los comentarios las señales que vosotros habéis encontrado en vuestra ciudad.