Los desastres de la guerra son ochenta y dos grabados del pintor español Francisco de Goya. También algunas de las negativas consecuencias de una lucha armada entre dos o más naciones como por ejemplo la barbarie que se perpetró en el interior de un convento en la frontera entre Polonia y Alemania a finales de 1945, justo después de la Segunda Guerra Mundial. Hasta allí llegó una joven médico de la Cruz Roja francesa acudiendo a una llamada de socorro por parte de una de las monjas. Nunca esperó encontrar un horror como el que habitaba tras las pesadas puertas de madera descubriendo que varias de las hermanas, algunas novicias entre ellas, se encontraban embarazadas. Poco tiempo antes el Ejército Rojo ruso había parado por allí violándolas y mancillando sus inocentes cuerpos. Un delito que no había recibido castigo alguno y que deseaba ser olvidado. Con Las inocentes, La directora francesa Anne Fontaine ha decidido no callar un episodio violento y cruel que sucedió realmente en la Varsovia de posguerra.
Las inocentes es una historia desgarradora que acontece en el frío invierno polaco, con unas víctimas que no entienden como el ser humano puede cometer tan horribles actos. Confundidas, aquellas religiosas llevan en sus entrañas el fruto del pecado negándose a ser madres. Comienzan a mostrar debilidad hacía su fe y alguna de ellas se atreven a abandonar el refugio del monasterio o a cometer uno de los actos más condenables por la religión católica como es el suicidio. No ayudó en nada que la madre superiora, deseando ocultar la vergüenza y un futuro escándalo o cierre del lugar, abandonara a su suerte a los recién nacidos. Una asesina que creía de veras estar cumpliendo los mandamientos de Dios, una leal sierva o un lobo con piel de cordero.
Lou de Laâge, aquí la doctora salvadora Mathilde Beaulieu, se mueve durante los cien minutos que dura el film por escenarios como bosques nevados, fronteras improvisadas con malvados soldados, hospitales de campaña con multitud de heridos, y pueblos devastados por donde corretean y juegan niños huérfanos que finalmente serán la solución al problema. Un mundo peligroso y nada agradable que ha penetrado en este convento y que amenaza con quedarse. La clausura abierta de par en par, la maldad humana emponzoñando el bien que allí residía. A partir de ahora ni siquiera los cantos en latín podrán acallar los gritos de unos estigmas sangrientos.
Las inocentes es un drama sensible que tiene su punto fuerte en el realista paisaje y en la apagada pero preciosista paleta de colores que se observan con un predominio insultante de tonalidades negras y blancas que potencian más si cabe el tono frío del discurso pero flojea sin embargo en la presentación de los hechos demasiado hermética y poco expresiva o sentida. A veces se presta mayor atención al enfrentamiento entre comunismo, judaísmo y cristianismo que al propio sentimiento que atesoran las pobres religiosas. Su antigua rutina y cotidianidad ya no es un bien que pueda servir de ejemplo ni tampoco se ha recuperado. Miserablemente ha sido ultrajado y por mucho que se desee no puede regresar con la misma fuerza. Los ayunos severos y los rezos no podrán ayudar a recobrar la tranquilidad y la calma que antes eran una constante en todas las estancias del convento. Su mutismo y silencio no es ya solo un voto sino una auto obligación.El castigo se ha equivocado de culpable, ha vuelto a golpear a unas inocentes que ya no saben como reaccionar. Por fortuna Mathilde Beaulieu no es una de ellas y el miedo no le ha dejado paralizada, por suerte se le encendió la bombillita. Eso hace que todo acabe más a o menos bien o de una manera menos dolorosa, ¡a Dios gracias!
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