Kandinsky publicó un libro titulado Punto y línea frente al plano. En él intenta analizar racionalmente los componentes de la plástica pictórica. Es algo que retomará cuando pinte el cuadro “Líneas radiales”. En este cuadro Kandinsky se limita al uso de las formas simples: el cuadrado, el círculo y el triángulo. Este cuadro es pura didáctica. El cuadro lo presiden unos círculos excéntricos y tangetes entre sí. Además, dichos círculos están pintados de diferentes colores lo que hace que el grito sea más penetrante. Para Kandinsky los puntos emiten diferentes sonidos, cuya duración depende del tamaño y cuyo tono agudo o grave depende del color. Al final, los puntos están agrupados de mayor a menor y después surge la línea. Estas líneas radiales son las que le dan vitalidad a la pintura.
En estas líneas radiales, la mayor fuerza visual la comunica el haz de cuatro rectas blancas que se reunen en el grupo de los círculos principales. Esto comunica al cuadro un dinamismo ascensional modulado por otros conjuntos de líneas horizontales que atenuan la agresividad de la bisonancia principal.
En la parte inferior izquierda nos aparece un triángulo que es la forma opuesta del círculo. Dicho antagonismo resulta inquietante.
Por lo tanto, en esta obra se dan dos mundos diferentes y subordinados. El primero compuesto por el conjunto de puntos y rectas, y el segundo (agresivo y destructor) formado por triángulos y rectángulos. Todo ello está situado sobre un fondo alejado y profundo de verdes y negros. Con esto Kandinsky logra establecer la inestabilidad emocional
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