Hace ya varias décadas, durante mi etapa universitaria, yo era mucho de hacer listas, no tanto de propósitos de futuro como de obligaciones, tareas que debía hacer, compras pendientes, cartas que escribir, fechas que recordar... Me gustaba mucho eso de apuntarme a mí misma qué tenía por delante y luego tachar lo realizado. Eso me flipaba, el tachado, así fuera comprar un kilo de tomates. Eliminar una tarea pendiente me iba quitando piedras de esa mochila imaginaria. Y si esa lista estaba engrosada por temas de estudio, suprimir cada acción superada era un gran alivio. Aunque no sé realmente si mucho de lo que estudié me sirvió de algo, todavía comparto hoy ciertas risas con compañeros de la carrera cuando hablamos de asignaturas que aprobamos y nunca entendimos (jamás supe qué era eso de la Estética de la Comunicación; como decía una compi, "yo era más de temas terrenales").
Llegó un momento en que dejé de hacer esas listas. Primero, porque me dio por anotar cuestiones más irrealizables; y segundo, porque me daba ansiedad ver que no las cumplía. Así fue como me apliqué ese dicho de "no cruces al puente antes de llegar al río", porque la mayoría de las veces o no hay puente (para qué te preocupas) o no hay río (para qué te preocupas). Y así empecé a vivir al día y con multitud de olvidos. Hasta que fui madre y entonces la urgencia predominaba mi día a día, ni tiempo para anotar nada que no tuviera que hacer ¡YA!
Sin embargo, yo no sabía que "las listas siempre hay que hacerlas a lápiz" (o en la tablet, que también son editables). Esta frase que leí hace algunos meses en El año que no viajé a Buenos Aires, de la periodista Saray Encinoso, me ha generado una paz importante. Y menos mal. Porque ese espíritu viajero que inspira su primer libro, editado por Ediciones Menguantes, en el que la autora transmite su pasión por viajar y que en las primeras páginas me generó una necesidad que no tenía −ir a la capital argentina−, me dio la solución a medida que avanzaba en ese magnífico recorrido bonaerense por avenidas, teatros, librerías que no conozco y que no necesitaba conocer hasta que la leí a ella: mejor apunta a lápiz que siempre podrás borrar, cambiar, ampliar, sustituir y todo ello como si fuera la primera vez.
Viajar siempre es mejor hacerlo físicamente, pero nadie nos impide que lo hagamos en nuestra imaginación. A mí se me acumulan los destinos que quiero conocer; también tengo a los que jamás iría, o eso lo pensaba antes de tener dos piojos pegados de seis años, cuyos intereses se distancian de forma tangencial de los míos. Así que bueno, mejor que resistirse, como ya las listas las voy a hacer a lápiz, en ocasiones tendré que comerme mis "yo nunca" y apuntarme a los "tal vez". Importante es que la goma borre bien. 😉