Revista Cultura y Ocio

“Las manos de mi madre”, de Karmele Jaio (con entrevista a la autora)

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«… Con los años, nos vamos dando capas de distintas pinturas, una encima de otra, un acontecimiento encima de otro, y acabamos olvidando el color de la capa del fondo (…) o creemos que lo hemos olvidado… A mi madre le han quedado a la vista los colores de origen…»

MaudyReseña escrita por Maudy Ventosa.

Las manos de mi madre es la primera novela de Karmele Jaio Eiguren, escrita y publicada en euskera –Amaren eskuak (2008)–; más tarde la autora se encargó de traducirla y ahora acaba de publicarse en Ediciones Destino, sello editorial de Editorial Paneta; se vislumbraba ya la extraordinaria escritora en la que iba a convertirse. Tenía mucho que decir.

“Las manos de mi madre”, de Karmele Jaio (con entrevista a la autora)

Cubierta de: ‘Las manos de mi madre

La protagonista es una joven que se ve, de pronto, desbordada por los acontecimientos. Algunos ya estaban ahí, pero al “desaparecer” la ama, así, de repente, su mundo se viene abajo también de repente y, percibe con claridad que un trabajo que ya no le hace feliz, le roba las horas que tendría que dedicar a su hija y a su marido. Se siente perdida, asustada, tiene miedo.

Es un libro pequeño, pero tan intenso, que hace que afloren sentimientos dormidos y que la realidad te golpee. Te pone frente al espejo. Desnuda el alma porque habla de relaciones muy personales y de manera muy directa. Aflora la culpa en cada página, porque recuerda las cosas que no cuidaste, las respuestas que negaste, las preguntas que no escuchaste, las caricias que no prodigaste. Habla de silencios; habla de no atender las señales porque lo que ves te da miedo; de no querer percibir lo que tienes delante. Sobre todo, cuando dice el médico que si lo hubieran detectado antes… Te das cuenta de que, la mayoría de las veces, no hay segundas oportunidades porque la vida no te da opción… Te golpea de repente y cuando levantas la cabeza, se han ido.

De manera recurrente, se construye la historia alrededor de una fotografía en blanco y negro en la que posan seis mujeres; una fotografía que contiene el pasado detenido, un momento que une a las chicas que trabajaban en el restaurante Izaguirre… retazos de un tiempo lejano, que pueden ayudar a que los recuerdos regresen, pero qué ocurre si en esos jirones de memoria que van y vienen no estás incluida… si habla de personas que no conoces, nombres que nunca escuchaste… ¿Es posible que haya un paralelismo entre tu vida y la de tu madre? Sus manos, también en blanco y negro, están es esa otra foto en la que gira la barbilla de una niña para que mire a la cámara… Es posible que su madre también sepa el dolor que provoca la pérdida de un amor.

Ahora, sin darse cuenta, esconde con sus manos la palabra ‘Ospitalea’ estampada en las sábanas, igual que ha ocultado durante años tantos suspiros y lágrimas, secándolas en el delantal de la cocina… La protagonista observa con detenimiento las manos de su madre, como si en ellas estuvieran todas las respuestas, los pensamientos que ha guardado durante años; eso que ya nunca le contará… qué voy a encontrar en las manos de mi madre…

¿Y en qué lugar del alma se almacenan las emociones y los olores de otro tiempo? Porque la hija si recuerda que esas manos que antes acariciaban su frente y que ya no le dicen nada, esas manos que olían a lejía y a jabón de Marsella…

Karmele defiende el enorme esfuerzo realizado por tanta gente para que una lengua no muera… es tan frágil como un recién nacido.

Presente y pasado, con dos narradores, la protagonista y un narrador omnisciente cuando se habla del pasado. Y cosas que no se nombran pero que sí existen y están presentes en la novela, como el terrorismo de ETA cuando estalla un coche bomba; el Alzheimer, enfermedad responsable de que su madre se “haya ido”; la emigración, que se encuentra en los ojos y la maleta de la tía Dolores; la culpa que arrastran las mujeres que a duras penas pueden conciliar la vida familiar con la laboral… Y el mar como un personaje que nos puede traicionar, pero que atrapa y atrae, como los malos amores.

No se puede volver a un mundo que ya no es el tuyo cuando lo abandonas sin avisar.
Y Alicia, la del cuento, porque cuando no sabes a dónde vas, da igual la dirección que tomes…

Agradezco enormemente a Karmele Jaio que contestara a todas mis preguntas, y también a Mauricio Fernández –Planeta– que no dudó en hacérselas llegar. Reproduzco íntegramente la entrevista:

Maudy.¿El pasado siempre explica el presente y puede determinar el futuro? ¿Se puede volver del pasado y vivir un presente que no te corresponde?
Karmele.- El pasado lo llevamos siempre encima, aunque a veces creamos haberlo olvidado, y, por supuesto, condiciona nuestra manera de vivir y sentir el presente. Creo que al pasado no se vuelve, sino que lo llevamos incorporado, que está en nuestra mirada y en nuestras decisiones. Todo lo que hemos vivido nos hace ver el presente de una manera concreta y desde un lugar concreto, y, en consecuencia, condiciona nuestro futuro.

M.- ¿Cuándo se habla de la madre siempre se habla del hogar? ¿Dónde se almacenan los olores y las caricias? ¿En qué lugar del alma?
K.-La mayoría de las personas de nuestra generación han conocido a madres cuyo lugar principal ha sido el hogar y su rol el cuidado de las personas que lo habitan. Mujeres a las que se les negaron otras opciones de vida. Por lo tanto, irremediablemente las recordamos secándose las manos con el trapo de cocina, haciendo las camas o poniéndonos la mano en la frente cuando nos sentíamos enfermos. La casa es un espacio de intimidad, de olores familiares, de tactos… en el que las mujeres han estado siempre presentes. Pero también es un espacio de palabras no dichas. Me interesan mucho las palabras no dichas en las familias y el hecho de que, a pesar de haber vivido bajo el mismo techo muchos años, dos personas puedan ser unas desconocidas.

M.- ¿Se puede seguir adelante, mantener la cordura cuando el presente te desborda? Sobre todo, cuando esa realidad implica a la madre…
K.-La manera en la que vivimos, esta vorágine en la que es muy difícil conciliar vida laboral y personal sin que nadie salga seriamente perjudicado, en la que muchas mujeres están desbordadas por la sobrecarga de trabajos de cuidado, mujeres que no llegan, que acaban el día exhaustas…. Esta organización de vida no está diseñada para que, de repente, una madre se nos ponga enferma y haya que cuidarla. No tenemos tiempo para el cuidado, se ha convertido en un problema, como consecuencia de no darle la importancia que tiene. Esta sociedad prefiere priorizar la productividad sin límites, el consumismo, el individualismo, la superficialidad, la competitividad…  Estamos viviendo de espaldas al cuidado. Y no darle la importancia que tiene, no valorarlo en su medida, produce un gran desequilibrio en la sociedad.

M.- ¿Cuesta más pensar que la madre tuvo un pasado -al margen de nosotros-, otro amor, que imaginarlo del padre? ¿Cómo se puede aceptar -sin descolocarte- que hay un paralelismo entre tu vida y la de tu madre?
K.-Creo que todas las personas vivimos en algún momento ese acontecimiento: el de descubrir que nuestra madre o nuestro padre, son, además de padre y madre, un hombre y una mujer, que han vivido situaciones, sueños, preocupaciones similares a las que hemos podido vivir nosotros. Es cierto que se acepta muchas veces peor en el caso de la madre, porque al padre le hemos conocido una vida social (en su trabajo, con su grupo de amigos…), que, sin embargo, ha estado vetada para muchas mujeres, a las que se ha condenado a ser madres y esposas únicamente, sepultando bajo estos dos títulos su condición de mujer, de ser humano con unos deseos, con unas ambiciones… Solo se les ha permitido estar al servicio de los demás, por eso nos descoloca más cuando descubrimos a la mujer.

M.- ¿Tendemos a hacer balance -hablando de relaciones personales- cuando ya no hay marcha atrás?
K.- Lo importante es darnos cuenta a tiempo. En la novela se dice que los abrazos que no se dan en vida no se pueden dar después, cuando esa persona ya no está. Creo que el balance de nuestras relaciones personales hay que tenerlo actualizado. Pero parece que para eso tampoco tenemos tiempo. Y seguimos hablando de cuidado. De cuidar nuestras relaciones.

M.- ¿La culpa solo puede ir unida al amor?
K.- La culpa puede ir unida a muchas cosas, no solo al amor, pero es verdad que la excusa del amor ha disfrazado muchas situaciones en la que especialmente a las mujeres se nos hace sentir culpables por no amar lo suficiente, por amar demasiado, por no dejarse amar, por dejarse amar en exceso… La culpa puede llegar a tener mucho peso y puede condicionar la vida de una persona y sus decisiones.

M.- La primera etapa del duelo es la negación, ¿ocurre lo mismo con una persona cercana que se ha ido, pero sigue estando?
K.- Necesitamos protegernos, para no sufrir, y nos agarramos a lo que sea, incluso a la fantasía de que esa persona que te ha dejado, por ejemplo, en el fondo sigue pensando en ti. Necesitamos ese tipo de mecanismos para no hacernos mucho daño. Son amortiguadores de una vida que no es fácil.

M.- ¿Hablan los silencios más que las palabras?
K.- Los silencios hablan mucho. En todo lo que escribo los silencios tienen más peso que las palabras, porque soy consciente de que en la vida real muchas veces también dejamos sin decir lo más importante, lo sentimos más profundamente, lo que más nos duele. De mis personajes me interesa mucho más lo que dejan sin decir que lo que dicen. También de las personas en la vida real.

M.- Lo que no se nombra no existe, aparentemente. ¿Por qué no habla de terrorismo, pero sí de atentados? ¿Por qué no habla de Alzheimer cuando su madre ha desaparecido? El mar también es un traidor, porque arrebata, igual que el terrorismo y la enfermedad…
K.- Lo que no se nombra también existe, aunque no le pongamos nombre, y puede estar muy presente en nuestras vidas a pesar de ello. En ambos casos estamos hablando de pérdida y de dolor. Y no suele ser fácil ponerle un único nombre al dolor cuando la herida está abierta.

M.- ¡Gracias Karmele y hasta la próxima!

El debut novelístico de una de las voces más potentes del panorama literario vasco. Las manos de mi madre es una historia sobre la vigencia y el peso del pasado, nos acerca al esfuerzo heroico de una mujer de clase media por mantenerse a flote

“Las manos de mi madre”, de Karmele Jaio (con entrevista a la autora)

Karmele Jaio con Maudy Ventosa (2020)

PERSONAJES.

  • Nerea era una niña que dibujaba montes y caseríos; ahora lleva más de diez años trabajando en el periódico… Sabía que algo pasaba, pero no quiso saber. Tiene miedo, al pasado y al presente.  
  • Luisa Izaguirre es viuda. Trabajaba en el restaurante familiar, junto a su tía y su hermana. Quiere visitar el faro una vez más… Era tímida y leía novelas de amor en la cocina.
  • Lewis es rubio y delgaducho; siente al país de Nerea como algo exótico, desde lejos; se conocieron en Oxford. En casa hablan en inglés, pero él está aprendiendo euskera. Es inglés, inglés… y no hay manera de cambiarlo. Todas las noches lee a su hija Alicia en el país de las maravillas
  • Maialen es la hija de Nerea y Lewis. Nació a los ocho meses porque tenía ganas de conocer el mundo que su madre le contaba…
  • Dolores, es la tía que vive en Alemania con el tío Sebastián. Tiene ojos negros brillantes… porque se han quedado en casa; así no envejecen. Siempre encuentra historias del pasado para explicar el presente.
  • Bittori, la tía de la ama. “La filósofa de la cocina”; le gustaba escuchar la radio en castellano. Tiene los ojos grandes, brillantes y negros, como la tía Dolores. Dedicó su vida al restaurante familiar.
  • Xabier es el hermano de Nerea. Cuando era pequeño jugaba a suicidar vaqueros.
  • Paulo Etxebarría es el marido de Lucía; visitaba el restaurante dos veces a la semana para verla.
  • Maite, la amiga que le da fuerza, la que lanzó un irrintzi en el pub de Oxford que dejó a todos boquiabiertos… Inyecta energía positiva.
  • Fidel es el redactor jefe; su voz es desagradable, está siempre vigilando… ha perdido la ética periodística.
  • Germán trabajaba en el Urkiolamendi cuando había mala mar… Recuerda a la joven morena con la que bailó el domingo…
  • Carlos Lizarribar desapareció de pronto, sin despedirse de la que fue su novia durante cuatro años. Se esfumó y dijo que iba al dentista… Se convirtió en un fantasma.

Sinopsis de la editorial.
La vida de Nerea pende de un hilo muy frágil. El último golpe lo encaja en un hospital: la memoria de su madre ha quedado severamente perjudicada y prácticamente no recuerda nada.
Nerea vive absorbida por un trabajo que ya no disfruta, lamenta no poder dedicarle a su hija el tiempo que merece y últimamente siente que su matrimonio empalidece. Ahora además arrastra el peso de la culpa por no haber podido detectar a tiempo la crisis que sufre su madre y se ve acorralada por una historia turbulenta del pasado. El precario equilibrio que la sostenía se rompe.
Durante las largas esperas en el hospital advierte que su madre se aferra a un recuerdo que la desmemoria no ha podido barrer. Así, al tiempo que se ve obligada a enfrentarse a su propio pasado, Nerea descubrirá un episodio fundamental de la vida de su madre.

Lee y disfruta de las primeras páginas de la novela.

“Las manos de mi madre”, de Karmele Jaio (con entrevista a la autora)

©Jon Hernáez

La autora:
Karmele Jaio Eiguren (Vitoria-Gasteiz, 1970) es autora de tres novelas, Las manos de mi madre (2008), Música en el aire (2013) y La casa de padre (2020); tres libros de relatosHeridas crónicas (2004), Zu bezain ahul [Tan débil como tú] (2007) y Ez naiz ni [No soy yo] (2012); y de un libro de poesía, Orain hilak ditugu [Ahora tenemos muertos] (2015). Las manos de mi madre, su primera novela, tuvo una gran acogida, recibió numerosos premios y ha sido traducida a varios idiomas, y su versión inglesa fue premiada con el English Pen Award en 2018; ha sido, asimismo, adaptada al cine y presentada en la 61ª edición del Festival de Cine de San Sebastián. Sus relatos han sido llevados al teatro, seleccionados para la antología Best European Fiction 2017 y publicados en numerosas antologías y en varias lenguas.

El libro:
Las manos de mi madre (título original: Amaren eskuak, 2008) ha sido publicado por la Ediciones Destino en su Colección Novela. Traducción de Karmele Jaio. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 160 páginas.

Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.

Como complemento pongo el trailer de la película Amaren Eskuak (Las manos de mi madre).


Para saber más:
https://karmelejaio.com/
Karmele Jaio en Wikipedia.


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