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“LAS MANOS TAN PEQUEÑAS” de Marina Sanmartín

Publicado el 05 junio 2022 por Marianleemaslibros
“LAS MANOS TAN PEQUEÑAS” de Marina Sanmartín
Solo transcurrió un día entre nuestro aterrizaje en el aeropuerto de Narita y el descubrimiento de las manos de la bailarina Noriko Aya. Siempre he envidiado a las mujeres que tienen las manos bonitas, porque me muerdo las uñas y no puedo adornar las mías, pero yo no la maté.
Los periódicos citaron a e. e. cummings, al que le gustaba escribir sus iniciales en minúscula, para describir las manos de Noriko. Utilizaron los mismos versos con los que Woody Allen en Hannah y sus hermanas estimuló el romance entre Barbara Hershey y Michael Caine. Escribieron: «Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene las manos tan pequeñas»

“LAS MANOS TAN PEQUEÑAS” de Marina Sanmartín
"Las manos tan pequeñas", ha sido la ganadora del Premio a la Mejor Novela en la décima edición del festival VLC Negra 2022 (festival de género negro de la ciudad de Valencia). Es la quinta novela de Marina Sanmartín (Valencia, 1977), una autora valenciana cuya gran pasión son los libros y que regenta desde hace varios años la “Librería Cervantes y cía”, en la calle del Pez en Madrid, imparte talleres de creación literaria y además, es periodista y responsable del Suplemento Cultural Tinta Roja del diario ABC.

La trama a grandes rasgos sin spoilerSe parte de un hallazgo espeluznante: las manos de Noriko Aya, una famosa bailarina, aparecen en el espacio antisísmico entre dos edificios cercanos al Palacio Real de Tokyo, con un anillo de diamantes y rubíes en el dedo. Muy cerca de allí, está el hotel donde se aloja el matrimonio formado por la famosa escritora de novela negra, Olivia Galván, y el catedrático de literatura comparada, César Andrade. Olivia acompaña a su marido que ha sido invitado por la universidad para impartir un curso de posgrado.
Al poco de salir a la luz la noticia de las manos mutiladas halladas, César se entrega a la justicia y se declara culpable del asesinato de Noriko, siendo encarcelado. Tras las investigaciones policiales pertinentes, la declaración de César cuadra, varias pistas le incriminan y en pocos días, el caso queda cerrado, el asesinato parece haber sido resuelto. Olivia, espantada, decide regresar a Madrid, ya que no pinta nada allí, pero el día antes de su partida, queda a comer con su nuevo amigo y particular guía turístico Gonzalo Marcos, consejero cultural de la Embajada española en Japón que le estuvo enseñando la ciudad y acompañándola en su soledad mientras duró la investigación. Gonzalo presiente que ella sabe mucho más respecto al asesinato de Noriko y le pide que se lo cuente todo, que confíe en él.
Y eso hace. . . “Me llamo Olivia Galván y esta es toda la verdad sobre lo que ocurrió”. Olivia, dirigiéndose directamente a él, a Gonzalo, le cuenta lo que sabe y lo que no sabe, porque enseguida somos conscientes de que esta narradora, a veces se muestra como un observador-testigo muy poco fiable, y que a veces intenta meternos (a los lectores por estar leyendo su novela y al oyente) gato por liebre, verdades y mentiras mezcladas. 

A menudo en la vida de una escritora la ficción y la realidad, Olivia, se confunden, son la misma cosa. Tú deberías saberlo mejor que nadie.

También le narra su propia historia, la de su vida desde que conoció a su marido en la universidad y empezó con él una relación tóxica y destructiva, de absoluta sumisión y entrega que ella misma eligió y dirigió y cómo conocieron ambos a la bailarina y a su esposo en Madrid, como se hicieron amigos de la pareja. 
Yo convertí a César en un monstruo y, en ese proceso de degradación, con la lentitud propia de la erosión sobre la tierra, que convierte las montañas en colinas a pesar de que su acción resulta invisible hasta que el daño ya está hecho, me destruí. 

Abriéndose en canal con su amigo, le muestra sus dos caras: la que todo el mundo conoce de la escritora de éxito, creadora de tramas policiacas con cierto con tono feminista (toda una contradicción), y la de la otra Olivia, la oculta, la desconocida: 
Esa otra «yo», la que se había sometido al doloroso y persistente cincel de César durante más de dos décadas; la misma que, al cerrar los ojos cuando estaba lejos de él, ya no sabía cómo comportarse y, perdida, recreaba su voz y no podía evitar que su cuerpo reaccionara con un temblor infantil previendo cuáles habrían sido sus órdenes, poseedoras de esa gélida autoridad que acompaña al respeto inspirado por el miedo.

Y hasta aquí puedo contar. . .
Los puntos fuertes de la novela
La novela me ha parecido muy singular, la forma como está escrita es peculiar. La historia está contada por la escritora través de las conversaciones mantenidas con Gonzalo, el trabajador de la Embajada española en Japón y se dirige a él, en segunda persona (a veces utiliza también la primera persona) y comenzando por el final, lo cuenta todo desde el principio. Ambos, Gonzalo y ella, van recordando lo sucedido desde el primer momento, convirtiéndose dichas charlas y confesiones en una auténtica y curiosa novela, con Olivia como autora, narradora, y protagonista al mismo tiempo de la misma. Es decir que el libro que ella ha escrito, es el libro que nosotros estamos leyendo con sus memorias de ese episodio real ocurrido en Tokio, en el que ella es uno de los personajes principales.
Un aspecto importante del libro es la metaliteratura contenida en el texto, las variadas referencias de Olivia a otras obras y sus constantes alusiones sobre la importancia de escribir una buena historia y cuales son los puntos fundamentales para conseguirlo. Es decir, la autora reflexiona sobre los aspectos necesarios para poder escribir un buen libro, haciendo hincapié en que son necesarios dos ritmos, dos tiempos, y saber combinarlos con maestría, algo que por cierto, Marina Sanmartín consigue a la perfección en "Las manos tan pequeñas"
La buena literatura, sin música, no existe. No importa que la historia sea triste o cruel o sangrienta, hay un ritmo irrepetible y único en toda narración, y de encontrarlo depende la gloria de la novelista.

Tenemos una novela de personajes, de personajes psicológicamente complejos. Hay tres sobre los que gira el argumento, Olivia, César y Hideki Kagawa, el marido de Noriko Aya, pero también está Gonzalo, que es externo, el receptor de la trama y el que escucha la historia. Pero la relación que surge entre narradora-oyente, es muy especial, a pesar de que hace poco tiempo que se conocen. Hay complicidad, empatía, confesiones. . .
“Las manos tan pequeñas” es una buena novela negra, porque hay un crimen que hay que resolver y su núcleo es, en definitiva, el estudio de la escena de ese crimen. Pero aquí no hay policías, ni interrogatorios, ni comisarías o cárceles. Aquí el misterio se resuelve a través de las charlas mantenidas entre Olivia y Gonzalo, entre lo que sabe uno y lo que sabe el otro. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen (nunca mejor dicho) mientras degustan platos deliciosos típicos de la gastronomía japonesa, en restaurantes con vistas espectaculares del centro de Tokio, mientras suena el saxo de John Coltrane. Todo muy bucólico. . . Pero no es solo eso, también se reflexiona sobre el oficio del escritor, porqué escribe, porqué necesita inventarse historias y que haya alguien que las escuche y que las lea.

Las descripciones sobre Tokio te permiten perfectamente imaginarte la ciudad, creértela, con el aliciente de que Gonzalo le enseña a Olivia las partes menos conocidas y explotadas por el turismo, se nos muestra un Tokyo distinto, pausado, que da forma a una maravillosa ambientación que consigue transportarte hasta allí. 
Y me alegré en secreto, porque habías resultado ser un experto en dar con aquellos rincones extraordinarios, que no aparecían en ningún mapa.

Una curiosidad: el título hace alusión a un poema de e. e. cummings que acaba así: “nadie, ni siquiera la lluvia, tiene las manos tan pequeñas”. Una frase que Woody Allen utiliza en la que para mí es su mejor película, "Hannah y sus hermanas", dicha por Michael Caine, actor que encarna al personaje de Elliot, cuando este le regala un libro de Cummings a Lee (interpretada por Barbara Hershey), su cuñada, por la que sentía una irresistible atracción física. Y los periódicos a su vez la usaron para describir las manos de Noriko en la novela de Marina Sanmartín. 
La tóxica relación entre Olivia y César es apasionante a nivel psicológico. Ella resulta totalmente aniquilada como mujer, vejada constantemente, pero por pura elección, porque ella no sabe amar de otra manera y lo necesita para ser feliz, para sentir deseo y sentirse deseada. Claro que él está encantado con la situación. 
Yo quise el sufrimiento porque me proporcionaba placer. Y permití que creciera sin control. A su lado había aprendido a desentenderme de mí misma y a temerle solo a él, que experimentaba hacia mí un sentimiento opuesto. Conmigo, su ira podía desatarse por cualquier motivo, ya fuera trascendente o banal. De la misma manera en que él me tranquilizaba, yo lo enloquecía y hallaba en ese poder, el de desquiciarlo y convertirme en causa de su desequilibrio, una inagotable fascinación que se imponía al miedo.

● Cuenta la autora en esta entrevista, que la idea de su novela le surgió durante una visita a Tokio, durante los días que pasó allí en el otoño de 2018, y que, por muchas razones, le cambiaron la vida. Reconoce también que “Las manos tan pequeñas” es su novela más íntima que le “sirve para reflexionar sobre el deseo y sus límites, sobre la literatura como banco de pruebas y también sobre lo que entendemos por amor”.Resumiendo: “Las manos tan pequeñas” es una novela distinta, muy entretenida, bien escrita, bien construida, con buenas dosis de literatura y metaliteratura. Una novela que mezcla géneros, una especie de domestic noir con asesinato incluido que te atrapa desde el principio. Un viaje al Japón actual visto desde la perspectiva de un residente que conoce Tokyo y las costumbres japonesas a la perfección.
Ninguna imaginación puede competir con el diseño de la casualidad, por eso repetimos constantemente que la realidad supera la ficción

Como veis, muchas cosas me han gustado de esta deliciosa novela que os recomiendo encarecidamente, no solo a los asiduos al género negro, pero sobre todo a ellos. Repetiré con la autora, seguro. Mi nota esta vez es la máxima, para variar:
“LAS MANOS TAN PEQUEÑAS” de Marina Sanmartín

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