Revista Viajes
Hay días como hoy, lluviosos, grises, un poco fríos, en los que piensas que no puedes estar en ningún lugar mejor que en tu propia casa, bajo una manta y en posición horizontal a ser posible. La experiencia nos ha enseñado que, si bien eso está muy bien, no es el único plan del que se puede disfrutar. Por supuesto, puestos a elegir la lluvia no es la mejor compañera para estar al aire libre, pero sí que es un elemento fundamental para que tengamos paisajes como los que tenemos y no es tan imposibilitante como la pintan.
En un día de esos, con lluvia imparable y un poco de niebla, llegamos nosotros a Las Médulas, en León, con chubasqueros y paraguas, con dudas sobre si podríamos o no hacer la pequeña ruta guiada por las condiciones climatológicas adversas. Pero sí, se pudo y además nos encantó.
Teníamos muchísimas ganas de ir, habíamos visto en numerosas ocasiones diferentes imágenes de este paraje natural, considerado Patrimonio de la Humanidad desde finales de los años 90, en las que estaba nevado, con mucha vegetación, al atardecer, al amanecer... En nuestro caso, la visita se realizó en el mes de marzo con la primavera incipiente, a pesar de que el día lo disimulaba muy bien y, como suele suceder, lo mejor es poder disfrutar un lugar en directo.
En la localidad también llamada Las Médulas, se encuentra en centro de recepción de visitantes. Allí, a parte de poder ver un vídeo explicativo acerca de este lugar, se inician visitas guiadas que son muy interesantes.
Las Médulas es un paisaje muy peculiar, su apariencia tiene como origen la explotación del terreno por parte del ser humano. La formación del terreno abrupto, sus peculiares colores y demás características están ligadas con el uso al que fue sometido este terreno. Se trataba de una enorme mina de oro en la que los romanos encontraron una fuente de ingresos muy importante. La forma en la que extraían el metal codiciado es la que ha dado origen a este original paisaje.
Los romanos canalizaron toda la zona de forma subterránea. Estos canales tenían diferentes diámetros con el objetivo de aumentar y disminuir la presión del agua en diferentes zonas. Aprovecharon los ríos cercanos para este menester. Así, lo que hacían era inundar las canalizaciones que os comentábamos hasta que se producía la explosión del terreno para provocar el movimiento de tierras, poder acceder al interior y dejar a la luz el oro.
Existen diferentes rutas para realizar por las Médulas, nosotros en esta ocasión, y con el mal tiempo de compañero, optamos la visita guiada (3 euros) que es de unos 3 km más o menos, pasando por la Cuevona y la Encantada, dónde no nos pudimos acercar demasiado debido a los riesgos de desprendimiento por las lluvias.
Es una maravilla el paseo, escuchar las explicaciones detalladas acerca de la Historia del lugar, dejarse llevar por los detalles del paraje y pasear entre los picos rojizos que se intercalan con el verdor de la vegetación emergente.
Pero un paisaje como éste merece poder ser disfrutado no solo desde dentro, sino también desde algún lugar que nos ofrezca una panorámica de esas que a todos nos gustan. Existen varios miradores, nosotros, en este caso, optamos por ir al Mirador de Orellán, al cuál se accede en coche desde el pueblo de Orellán desde donde encontraréis las indicaciones (Ubicación del Mirador del Orellán). Se sube por una carretera estrecha, se estaciona el vehículo en una explanada acondicionada para ello y se inicia a pie una subidita de medio kilómetro por la pista.
Lo hicimos después de la visita guiada y, a pesar de que la niebla nos amenazó, tuvo el detalle de moverse ligeramente unos minutos para descubrirnos unas atractivas Médulas desde arriba.
Era increíble sentirte por encima de ellas, tantas veces vistas en fotos, tantas veces comentadas, y desde el Mirador de Orellán por fin quedan ante ti, reales y especiales. Un paisaje único en España del que poder disfrutar.
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