Las mejores tazas del mundo

Nos observan todos los días, casi siempre a primera hora, cuando arranca la rutina. Las sorbemos, las acariciamos, las movemos, las recalentamos, las lavamos y vuelta a empezar. Ya sea café, leche, cacao o infusiones, lo suyo es alegrarnos los desayunos con su lealtad y silencio. Escuchan nuestras ansias, deseos, sospechas, inquietudes, bromas, debates y todo lo que nos salga por la boca con su quietud adquirida. Son simple materia, pero saben más de nuestras vidas que nosotros mismos. Por esas asas minúsculas han pasado los dedos y deditos de varias generaciones diferentes, con sus emociones, ideologías y contradicciones, y ellas siempre están ahí para servir y callar. Aunque han sido lavadas miles y miles de veces, a mano y a máquina, lucen casi como el primer día, con su inconfundible blanquiazul Sargadelos. Esta semana han cambiado de casa y las cuidaré con todo el mimo posible. El saber que mis padres, ya fallecidos, mis 8 hermanos, mis sobrinos, mis cuñados y mis hijos han desayunado en ellas infinidad de veces es buena razón para que esas tazas y platos supervivientes merezcan durar otros 40 años. Bien halladas y bienvenidas. Todo un placer volver a veros cada mañana. Para mí, sois las mejores tazas del mundo.