Revista Cultura y Ocio
Chistopher Hitchens es uno de los ensayistas políticos más brillantes y polémicos del periodismo angloamericano. Hitch-22 es su esperado libro de memorias. El autor nos presenta algunos de los escenarios más destacados de su vida: su infancia en la familia modesta de un antiguo oficial de la marina británica, los internados ingleses, su paso por la universidad de Oxford, su combativa militancia en la izquierda trotskista –con George Orwell como guía- entre las algaradas del 68, sus inicios en el periodismo londinense y su amistad con Martin Amis, James Fenton… Hitchens escribe con brío y agilidad y consigue que leamos con pasión todo lo mucho que tiene que contarnos de sus intensos años de vida. Como en todo libro de memorias, el autor trata de explicar y a veces justificar sus opciones vitales e ideológicas. En realidad el nudo gordiano del libro es tratar de explicarse y de explicarnos como se pasa de ser un izquierdista radical a otra cosa bien distinta sin dejar de ser honesto e íntegro. Porque este es un libro sobre los cambios, las permanencias, la evolución, la libertad de pensar y elegir. Hitchens deja Gran Bretaña a principios de los ochenta, coincidiendo con el triunfo de Margaret Tatcher –en cuyas elecciones el autor no duda en revelarnos que se abstuvo a sabiendas de que con ello contribuía al fin de los laboristas, a quienes detestaba-. Se traslada a EEUU, donde continúa una brillante carrera como periodista y ensayista y su integración le lleva a conseguir la nacionalidad norteamericana. Hay capítulos excelentes como el de su relación con el escritor Salman Rushdie, donde el autor se va cargando de argumentos para combatir el fanatismo islámico, el de la indagación sobre los ocultados orígenes judíos de su madre, o el de su polémica amistad con el palestino Edward Said. Y se produce un salto en el tiempo –en la hasta ese momento narración lineal- que intentará compensar después con entradas transversales.El capítulo más confuso y atropellado es el de su apoyo a la invasión norteamericana de Irak en 2003. Lo enlaza con la primera guerra del golfo, apenas menciona la conexión con el 11-S, elude la falta de mandato de la ONU y lo termina de forma un tanto pueril –e impropia de su brío y audacia- con el homenaje a uno de los jóvenes caídos americanos por la libertad –que llevaba sus libros como guía-. Por supuesto pasa, como sobre ascuas sobre el tema de Abu Ghraib o Guantánamo –tan dado a luchar contra cualquier forma de tiranía o violación de los derechos humanos. Si simplificamos mucho y adoptamos una posición reduccionista podríamos decir que Hitchens ha tratado de justificar a lo largo del libro por qué ha pasado de ser un socialista radical internacionalista a un seguidor de las políticas de G. W. Bush. Pero el libro es muchísimo más que eso: está lleno de referencias, ideas, citas, amigos, de una búsqueda permanente de la honestidad intelectual y de un compromiso constante por la libertad. Otro aspecto recurrente a lo largo de todo el libro es la explicación de su ateísmo y su enfrentamiento al fanatismo político y religioso –es muy crítico con las justificaciones divinas de los atropellos israelíes contra los palestinos-. Por supuesto, Hitchens elude hablar de la cara oculta de sus nuevos amigos americanos, de la política fiscal y económica de la administración Bush, de Guantánamo, de las torpezas y los abusos tras la invasión de Irak. A pesar de todo eso, estas memorias son apasionantes, por intensidad y la notable honestidad con la que están escritas, por la variedad de escenarios, personajes, polémicas e ideas que recorren sus páginas, porque por encima de todo descubrimos a una persona que se ha implicado con pasión en la explicación y ha participado de forma entusiasta en el devenir del último medio siglo de historia.