Revista Opinión

Las memorias de Míster Sifonáptera.

Publicado el 12 julio 2011 por Bc
Permítanme presentarme, soy  integrante de uno de los grupos de las 1900 especies de  pequeños insectos neópteros sin alas, conocidos popularmente como pulgas, es decir un parásito  externo que vivo de la sangre de los mamíferos y los pájaros. No me gusta que me llamen pulga, (suficiente ya con Messi) prefiero que  cuando se refieran a mí lo hagan  como un señor  que soy, diciéndome Míster Sifonáptera; lo de Míster no es necesario que lo explique y lo que vendría a ser mi apellido se base en el término científico "sifonápteros" es decir "pulgas". Agrego a esta mi presentación que las aves no me gustan porque sufro de vértigo por lo cual prefiero alojarme en los humanos. Pero no lo hago solo por evitar el vértigo de las aves; los humanos son más amplios, más generosos en lugares  donde alojarme, más divertidos pues se acercan tanto unos a otros, (duermen juntos y calentitos en una misma cama) que me permiten cambiar permanentemente de lugar; hoy en el ombligo de éste, mañana en la oreja de aquella, pasado allí donde siempre hay acción, en fin una vida realmente divertida. En modo alguno soy el más insignificante de los seres que pertenecen a esta fraternidad universal  y si llevo una existencia precaria en los cuerpos de aquellos con quienes entro en contacto, mi propia experiencia demuestra que lo hago de una manera notablemente peculiar, ya que siempre hago una advertencia de mi ocupación que raramente ofrecen  seres  de otros grados en mi misma condición. Pero mi creencia es que persigo objetivos más nobles que el de la simple sustentación de mi ser por medio de las contribuciones de los incautos en los cuales habito. Es así que me he dado cuenta de este defecto original mío, pero también que cuento con un alma que está muy por encima de los vulgares instintos de los seres de mi raza lo que me ha permitido ir escalando posiciones de percepción mental y erudición que me han colocado en el pináculo de la grandeza dentro del mundo de los insectos. He participado en innumerables filmes de Hollywood, he vivido en palacios, como también en alcantarillas, y he mordisqueado las bolas de los más encumbrados representantes del poder. Aquí mismo el autor de este relato de mis andanzas, ha tenido la gentileza de incluir una fotografía donde puede comprobarse fehacientemente lo que acabo de manifestar. Las memorias de Míster Sifonáptera. Confieso que en esa ocasión Silvio casi termina conmigo, que es uno de los riesgos que corro a diario en el cuerpo de los humanos, pero se está tan bien allí; ni se lo imaginan. Supongo que ya tienen bien claro que no soy una pulga vulgar. Tengo trato, podría decir íntimo, con altas personalidades de lo sociedad a las que comencé a frecuentar en ocasión de haber sido sacudido el perramus de un agricultor en el interior de una iglesia. Como allí no está vedado el ingreso a nadie, del perramus del pobre  agricultor pasé en un santiamén al borde de la pollera de una bella jovencita y con un apenas un pequeño brinco, me encontré  cómodamente instalado en una de sus torneadas y mórbidas piernas. No tendría más de 15 años y aún hoy recuerdo el sabor de su sangre joven tanto como el aroma de su....,bueno, ya saben. Cuando en la citada Iglesia terminó la ceremonia, yo decidí acompañar a la joven pues siempre después de una buena comida me da algo de sueño. No obstante ello, tengo muy aguzados el sentido de la vista y el oído por lo cual percibí que algo estaba ocurriendo y presuroso tomé una mejor ubicación y pude advertir cuando alguien vestido de negro, entregó a mi contenedora un papel cuidadosamente doblado que ella ocultó rápidamente entre sus ropas; muy cerquita de donde me hallaba. Belia, ese era su nombre, es una preciosidad, como ya dije, de solo 15 años de figura perfecta, de rostro encantador, piel de terciopelo y suave aliento. Sabía ya la joven del potencial de sus encantos y  actuaba y se movía con la cabeza erguida como lo haría solo una reina. Llegamos a su casa y ya en su cuarto, brinqué sobre la alfombra y me dediqué  a observarla. Pude ver las curvas de sus muslos que se desplegaban hacia arriba para perderse luego en la oscuridad, donde uno y otro se juntaban en el punto donde se reunían con su hermoso bajo vientre impidiendo la vista de lo que imaginé una fina hendidura color durazno. De pronto Belia dejó caer la nota que le habían entregado en la Iglesia y habiendo quedado abierta me tomé la libertad de leerla. Solo decía "Esta noche a las ocho, estaré en el antiguo lugar". Se vistió rápido pero con esmero y yo decidí acompañarla fuera donde fuese. Salimos. Al llegar al extremo de una larga y arbolada avenida, Belia se sentó en una banca rústica y esperó la llegada de la persona con la que tenía que encontrarse. Pasaron apenas unos cuantos minutos cuando apareció un macho cabrío (los reconozco de inmediato por el olor que despiden, fuerte, penetrante, muy diferente a las hembras) que al sentarse junto a mi ya amiga, la tomó firmemente por los hombros. Yo continuaba en el lugar donde había decido fijar mi transitorio y  precario domicilio; es decir del lado interno de una de las piernas, mirando hacia el vértice. Allí estaba, atento a cada movimiento de Belia y su acompañante (ella lo llamó Pedro) cuando éste se deslizó a un lado de ella y efectuando un ligero movimiento colocó una de sus manos por debajo de la enagua de la muchacha. Comprendí que mi integridad corría peligro si aquella mano se adentraba un poco más arriba. Intenté escapar hacia lo que presumía era una zona boscosa para tener allí un mejor refugio, pero evidentemente no lo hice lo suficientemente rápido pues cuando al fin desperté comprobé con mucho fastidio, que ya no estaba en la confortables piernas de Belia sino en el pliegue de la bragueta del calzoncillo del joven curita del pueblo. Me puse a analizar la situación y llegué a la conclusión que ese tampoco era un mal lugar y que tal vez allí por lo visto anteriormente, tendría mucha más diversión que dentro de los calzones de Belia. En otra ocasión, les prometo, continuaré la narración de mis memorias. Míster Sifonáptera.

Las memorias de Míster Sifonáptera.

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