¿Por qué mentimos?
En los niños menores de cinco años, la mentira es algo positivo en su desarrollo porque se mueven en un mundo de fantasía y de imaginación. Si el niño crece en un ambiente donde no hay mentiras, aprenderá a distinguir que la mentira tiene consecuencias negativas y tenderá a extinguirse. En cambio si se mantiene habría que trabajar problemas de autoestima, inseguridad, miedos, abusos, etc. Tenemos que tener cuidado cuando al alterar la realidad los niños obtienen una ganancia, así aprenden a mentir para evitar consecuencias y responsabilidades. Esto evolucionará en una adolescencia donde engañará para saltarse los límites y conseguir lo que quiere.
Las mentiras crecen con nosotros y se desarrollan junto a nuestra personalidad.
Para mentir tiene que existir intención de conseguir un beneficio, conciencia de los que estás haciendo y llevarlo a cabo. Parece más fácil mentir que enfrentarse a la verdad, por eso a veces mentimos por miedos internos como:
- A las consecuencias negativas que pueden ocasionar mis actos, que sería reflejo de una falta de responsabilidad.
- A que no nos quieran, es decir, a que si herimos a alguien o decimos algo puede provocar el rechazo y el posible abandono.
- Mentimos también por aprendizaje, una posible imitación de las personas con las que hemos crecido. Si ellos mienten ¿por qué no yo?.
Hay que valorar la importancia de nuestras mentiras teniendo en cuenta las consecuencias que traen. Existen las mentiras “piadosas” donde una pequeña mentira puede proporcionar ilusión como por ejemplo Los Reyes Magos.
En el momento que engañamos la gente dejará de tener algo tan preciado como la confianza en nosotros, provocando un distanciamiento y una frialdad en las relaciones.
El castigo del mentiroso es que no te creerán aunque digas la verdad.