En Japón, los samuráis son guerreros legendarios que actúan sin un ápice de duda y que cumplen su objetivo sin importar lo que cueste. Su dedicación les permitía perfeccionar tanto sus míticas dotes de lucha como las intelectuales. A pesar de ello, si es increible que una sola persona alcance tal desarrollo, más aún lo es que lo haga toda una clase social.
El bushido era un rígido código de conducta que regía la vida del samurái. Este giraba en torno a virtudes que dictaban la forma correcta de actuar, como el honor, el buen juicio, la cortesía, la compasión, la honestidad, la compasión y la lealtad. Por supuesto, estas debían aplicarse de forma extrema, sin puntos intermedios.
El Hagakure de Yamamoto Tsunetomo de principios del siglo XVIII es la primera obra donde aparecen estos conceptos. Se trataba de una obra de un antiguo siervo del daimio de la prefectura de Saga, Nabeshima Mitsushige. No tenía experiencia en combate, pero añoraba la antigua clase guerrera que corría el riesgo de desaparecer. Sin embargo, esta obra pasó desapercibida hasta el 1900, cuando fue publicada. Además limitaba sus normas a los samuráis del dominio Nabeshima de Kyushu, mientras que consideraba a aquellos de otras regiones, especialmente la región Kamigata de Kyoto y Osaka, como degenerados. A esto se le suma que no se conoce ningún código de conducta común que los samuráis pudieran leer y seguir, especialmente si era exclusivo de su clase.
Cuando se mencionan obras previas donde aparece este concepto, se trata del producto de la selección y reinterpretación durante el siglo XX de aquellas que apoyen la idea contemporánea del bushido, como el incidente de Ako o la leyenda de los 47 ronin. En esta época es cuando algunos de los libros que establecen las bases del bushido ganan influencia. Para apoyar esta visión, se dice que el bushido existió desde finales del siglo XII, pero que fue a finales del siglo XVI, en periodo de paz, cuando los samuráis lo dejaron por escrito.
La idea del bushido otorgaba una distinción al guerrero, cuya clase concebía así una identidad independiente del resto de la sociedad. No obstante, estos principios del confucianismo, no son ni exclusivos de los samuráis ni de Japón. Esta distinción ya existía en el periodo Edo, cuando se honraba la naturaleza marcial japonesa frente a la débil cortesía china. Dentro del propio Japón, esta distinción también estaba presente entre los samuráis y el resto de la población, siendo más notorio entre los siglos XVI y XVII. Es conocido como, según el Hagakure, y basándose en su poder sobre la vida y la muerte, un samurái podía matar sin piedad a alguien inferior. A pesar de ello, se conocen casos por lo que estos no tenían impunidad.
A finales de la década de 1880, el periodista y político Ozaki Yukio idealizó el bushido como un equivalente a la caballerosidad europea. En pocos años, ya había observadores ingleses en Japón que alababan esta doctrina frente a la degenerada caballerosidad. Poco después Inazo Nitobe popularizó esta idealización con su libro Bushido: The Soul of Japan (1899). Con la guerra ruso-japonesa (1904-1905), los gobiernos usaron esta doctrina para afianzar la lealtad al emperador y, progresivamente, para justificar sus acciones en Asia oriental y el Pacífico. Aunque tras la Segunda Guerra Mundial su aplicación cayó en desuso, su influencia perdura.
Desde la antigua China se clasificó a la sociedad en cuatro ocupaciones: los eruditos de la alta burguesía, los granjeros, los artesanos y los comerciantes. El orden de esta jerarquía variaba y las diferencias entre ellas podía ser difusa. En Japón, este fue un sistema de castas que separaba en guerreros, granjeros, artesanos y comerciantes. Este sistema se afianzó en el periodo Edo, cuando se limitó la movilidad entre clases. Los marginados, como los artistas ambulantes o quienes realizaban trabajos precarios, estaban por debajo de todas estas clases. Por otra parte, los religiosos, el emperador, las familias nobles, los ainu, las prostitutas, las cortesanas y las geishas vivían ajenas a este sistema.
A comienzos de la época feudal, los samuráis poseían pequeños terrenos y vivían cerca de los campesinos que las trabajaban. Sus dominios podían variar según su riqueza. A cambio de estas tierras que le generaban riqueza, debían estar listos para apoyar militarmente para apoyar al daimio. Conforme estos daimios expandían sus posesiones, los samuráis fueron abandonando sus tierras para situarse cerca de su señor. Entonces se generó el término ji-samurái para aquellos que se quedaban en sus tierras junto a sus siervos. En el periodo Sengoku, muchos samurái perdieron sus tierras para pasar al servicio directo del daimio que se las arrebató o eran expulsados del sistema. Entonces el término ji-samurái fue utilizado derogatoriamente para referirse a un "medio samurái", ya que no podía negarse su posición social y que vivía en una posición intermedia entre los samuráis y los campesinos. Estos samuráis podían llegar a actuar como ninjas.
A lo dicho hay que sumar que no todos lo samuráis eran nobles o aristócratas, ya que no tenían el mismo pedigrí. En Japón, los aristócratas están relacionados con la familia imperial. Muchos samuráis podían servir a estas familias y ganar privilegios, pero sin ser considerados nobles en el sentido estricto.
Basándose en la idea de la lucha de clases que situaba a los samuráis entre los nobles y a los ninjas entre los plebeyos, se defiende que estos eran enemigos naturales. Ignorando otros clichés que contradirían este, los humildes actuarían como defensores del pueblo contra los perros de los poderosos. Esta sería una visión estereotipada
Los samuráis necesitaban tener un equipo completo que incluía las ropas, la armadura, las armas y su caballo. Normalmente usaban cualquier tipo de arma, en particular aquellas con las que mostraban más destreza. Aquellas que destacaban fueron el arco y la lanza, ya que podían usarse a caballo. La espada sería el último recurso, siendo el equivalente a una pistola actual. El tamaño de la espada también dependía de las necesidades del samurái.
Tokugawa Ieyasu dijo que "la espada era el alma del guerrero" y tenía razón. Con su gobierno comenzó un periodo de relativa paz que convirtió a las espadas en un mero símbolo de la posición del samurái. A pesar de ello, algunos tuvieron que subastarlas para subsistir. Entre quienes las mantenían, pocos practicaban su manejo. Este periodo vio un aumento de la producción de espadas, con la consiguiente disminución de su calidad. El propio jefe armero de Japón Iga-no-kami Kanemichi vendió certificados de competencia a 910 armeros, mientras Tsuda Sukehiro produjo cinco espadas al mes durante 25 años. Finalmente, con el fin de la guerra Boshin (1868-1869) y la influencia occidental, se prohibió la posesión de espada salvo para aquellos en las fuerzas armadas.
Quitando a los fanáticos de las katanas, cualquier aficionado de las espadas sabe que no hay ninguna que sea superior a las demás, sino que cada una estaba especializada a un estilo de lucha y a unas condiciones concretas. Por supuesto, su singular filo no podía cortar todo material existente como si fuera mantequilla. Por otra parte, tampoco significaba que fueran espadas ridículas. Los armeros lograron forjar espadas de calidad con el tamahagane, un mineral de hierro cuya cantidad de carbono produciría herramientas frágiles en manos inexpertas.
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Cuando un personaje o grupo adquiere de forma generalizada un comportamiento fantasioso y extraordinario, hay que sospechar que realmente no es así. Los samuráis no son una excepción. https://t.co/jF4IRDnguW
- Resolviendo la incógnita 🌐 (@RLIBlog) May 1, 2021
- Benesch, O. (2014). Inventing the Way of the Samurai: Nationalism, Internationalism, and Bushidō in Modern Japan. OUP Oxford.
- Cummins, A. (2016). Samurai and Ninja: The Real Story Behind the Japanese Warrior Myth that Shatters the Bushido Mystique. Tuttle Publishing.
- Turnbull, S. (2011). Katana: The samurai sword. Bloomsbury Publishing.