Cuando hace unas semanas me surgió la oportunidad de trabajar unos días en Burgos, mi madre dijo que me acompañaba y así de paso conocíamos Las Merindades. Yo no había oido ese nombre nunca antes pero enseguida me puse a maquinar y nos quedó un itinerario precioso. Lo mejor del viaje, sin duda, ha sido la compañía. Lo segundo mejor, poder disfrutar del trabajo como una forma de acercarme a lugares que de otra manera igual no hubiera llegado a conocer. Y lo tercero mejor: lo que hemos conocido, el placer de explorar, descubrir entornos increíbles que están tan cerca que a veces nos olvidamos de que existen y encima tienen un valor patrimonial y natural tan grande, que merece la pena compartirlos. ¡Allá voy!
RUTA 1 POR LAS MERINDADES
Comenzamos en el Monasterio de Santa María de Rioseco, una abadía cirterciense abandonada que está siendo restaurada en la actualidad por un grupo de voluntarios. Es increíble percibir en ella el paso del tiempo y la vez, la inmensidad de lo que fue en sus inicios. Con este monasterio pasó lo que con muchos a lo largo de la Historia de España (aun tengo en la retina el estado del Monasterio de Piedra en Zaragoza): con la desamortización de Mendizabal fueron expropiados y vendidos a nobles que con el tiempo los echaron a perder. Después llegaron los vándalos, los saqueadores, los ladrones, y saquearon todo lo que estaba a su alcance, profanando incluso las tumbas. Ahora se puede visitar en un estado de recuperación pero merece la pena la reflexión paseando por sus ruinas que no debieronn serlo con el correcto cuidado.
Después llegamos hasta Puentedey, un bello pueblo enclavado sobre un puente de piedra que le da el nombre. No solo impresiona la foto sino lo caprichosa que puede ser la naturaleza o quizás la mano del hombre, uno no sabe ya bien en qué orden responsabilizar. Lo cierto es que es un escenario típicamente burgalés y que el paseo por sus calles, su Iglesia, el mirador y otras sorpresas, bien merece una hora de visita.
Luego decidimos regalarnos un poquito de turismo natural y nos pusimos tumbo hasta la Ruta de la Cascada de las Pisas, en el pequeño pueblo de Villabáscones de Valdebezana (tan pequeño que el coche hay que aparcarlo antes de atreverse a llegar). La ruta transcurre por un precioso hayedo que acompaña todo el trayecto hasta llegar a una zona de bajada que te deja justo a los pies de la cascada. Tuvimos suerte ¡tenía agua! Así que nos regalamos un ratito de relax escuchando el maravillosa sonido de la cascada.
Y terminamos el día en Espinosa de los Monteros donde, después de dar un paseo bajo la lluvia, decidimos tomar un café calentito y dejar para el próximo día el resto de sorpresas que teníamos señaladas en el itinerario.
RUTA 2 POR LAS MERINDADES
A las 10:30h estábamos puntuales en la Cueva de San Bernabé, porque intuíamos que habría bastante turismo y las bisitas guiadas masivas se disfrutan menos, asi que tuvimos suerte y llegamos al primer turno. Exploramos durante 40 minutos los secretos que el río Guareña ha ido horadando en forma de cuevas, y que los humanos hemos utilizado con diferentes finalidades a lo largo de los años: como despensa de grano, como nevero, como osario y las mas recientes generaciones como paredes para dejar grabado el típico «Marta y Alberto forever» que quedará como nuestro símbolo para futuras generaciones.
Nuestro siguiente punto en ruta era el pueblo de Frías y hay ya nos encontramos con una masa turística característica de las épocas vacaciones y de los lugares más conocidos. Aun así os recomiendo la visita a este pueblo tan singular, con un castillo casi en el aire, casas colgantes y una iglesia a la que se le cayó la torre. Un paseo para los sentidos.
Y después otro poquito de naturaleza: la cascada de Pedrosa de Tobalina. NO hay que caminar mas que los pasos imprescindibles desde que dejas el coche aparcado en la carretera hasta que bajas un sendero y ¡voila! Un pedacito del Niágara en la provincia burgalesa.
Después decidimos acercarnos hasta Oña, también muy recomendado en todas las guías, pero antes la curiosidad nos trajo un bonito regalo. Por el desfiladero de la Horadada un cartel nos anunció las Cuevas de los Portugueses. Paramos el coche en el arcén y descubrimos una «mini ciudad» en cuevas que data de la época visigoda y que permite trasladarse perfectamente a otra época. El nombre que recibe este conjunto escondido tiene que ver con el uso que unos trabajadores portugueses hicieron del entorno cuando en el siglo XX acudieron a la zona a realizar unos trabajos. De repente, las cuevas pasaron a ser su hogar y la Historia volvió a repetirse. Me encantó.
Oña nos gustó, pero no mucho mas que lo que habíamos visto unas horas antes, y nos permitimos descansar un poco allí, en su Jardín Secreto, en el que puedes disfrutar de la naturaleza acompañada por algunas piezas de arte contemporáneo.
Nos dejamos la última visita de la ruta, Medina de Pomar, para el día siguiente, y disfrutamos asi como broche de oro de una de las poblaciones más grandes de las Merindades con construcciones como el Castillo de los Velasco o el Monasterio de las Claras, de donde nos llevamos nuestro laurel bendecido, un detalle imprescindible para pasar un buen Domingo de Ramos.
Termina aquí nuestra visita por una región que aúna naturaleza y patrimonio, y que yo recomiendo visitar sin prisa, dejándose sorprender por los rincones ocultos menos accesibles al turismo y que permiten trasladarse a otra época, entender el origen de Castilla como «la tierra de los castillos» y disfrutar de unos días de tranquilidad y buena gastronomía por la provincia de Burgos.