Revista Educación

Las mismas guerras, los mismos dolores

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Las mismas guerras, los mismos dolores

Pongamos que en un país un grupo llamado X hace una revolución y llega al Gobierno. Esto gusta a algún territorio grande vecino, denominémoslo Y, pero no a otro, a kilómetros de distancia y con mucho dinero, pongámosle Z. X tiene su oposición, como cualquier comunidad de vecinos, así que Z decide dotarlos de armamento para que derroquen a X que, a su vez, pide ayuda a Y, que le manda tropas y armas. Resultado: guerra. Entre la oposición apoyada por Z hay religiosos moderados, pero también radicales, que quedan armados hasta los dientes. ¿Les suena? ¿Siria, quizás? Pues no, se trata de un esquema demasiado sintético y reducido de lo que fue la guerra de Afganistán entre 1978 y 1992, periodo en el que las tropas rusas permanecieron en el país. La Premio Nobel de Literatura en 2015, Svetlana Alexiévich intenta narrar lo que esta guerra conllevó para la Unión Soviética, en el libro Los muchachos del zinc a través de las voces de soldados y familiares. En esta obra, la escritora bielorrusa recoge unos testimonios que, da igual la guerra, el país o el siglo, dan voz a lo que es cualquier guerra: dolor.

El libro incluye una segunda parte en la que se narra los procesos judiciales posteriores a a los que sometieron a la escritora algunos de sus protagonistas, por la posible presión de estamentos políticos. Hay guerras y dolores que parecen no acabar nunca.

Las mismas guerras, los mismos dolores

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