En efecto, esas mujeres eran las virginales sacerdotisas de Vesta, llamadas vestales. La lucha entre gladiadores, no era un "deporte" o espectáculo exclusivo para varones, pues las mujeres también lo disfrutaban; seguramente por las mismas razones que hoy lo hacen las mujeres aficionadas al fútbol o a algún deporte para hombres: por el espectáculo en sí mismo y para ver a los luchadores.
En los espectáculos violentos y crueles de los romanos, los luchadores de mayor éxito eran tan populares como los deportistas actuales;y por quienes como hoy, sus dueños ganaban y pagaban sumas altas de dinero. Pero los gladiadores no eran libres sino esclavos, eran cautivos de alguna guerra o descertores del ejército romano, que por sus dotes físicas los reservaban para ser gladiadores.
Con estas características, a las mujeres romanas les atraía ver a estos hombres, mostrando sus cuerpos atléticos, por la poca protección que les ofrecían sus débiles armaduras durante el combate. Y si la mujer era rica y poderosa, bien podía costearse tener una aventura sexual con aquel luchador, o comprarlo para su deleite personal.
Por otra parte, también a algunos gladiadores, sus dueños les premiaban las victorias durante sus sangrientas batallas, prostituyéndose con sus compañeras esclavas; o bien, antes de los combates para que no murieran sin haber disfrutado antes.
Obviamente, este sangriento "deporte" era anterior a la edificación del Coliseo o Anfiteatro Flavio (en latín: Amphitheatrum Flavium), en el año 70 d.C., pues la rebelión de esclavos de Espartaco ocurrió entre 73 y 71 a.C., compuesta por estos peleadores, hartos de estar condenados a esta vida tan insegura y humillante. Desde luego, la lucha entre gladiadores, no es una de las mejores facetas del antiguo mundo romano, según nuestro pensamiento actual, pero con todo y el sadismo romano, esta civilización sigue fascinándonos hoy día, al grado de ser uno de los iconos de esa cultura, así como el Coliseo mismo.