Hace sólo un par de horas me incorporé al universo de Twitter. La verdad es que me daba mucha pereza hacerlo pero al final he decidido hacerlo por lo mismo que decidí usar Facebook: porque no quiero quedarme atrás en esto de las redes sociales y porque quiero apropiarme de ellas para lanzar mis pensamientos y mis inquietudes.
Si hubiera seguido mis instintos básicos de quedarme con lo ya aprendido y dominado en esto de las tecnologías digitales, seguramente hubiera propiciado el aumento de la llamada BRECHA DIGITAL DE GÉNERO, que aunque haya quien la niega, sigue existiendo.
Hace unos meses apareció la noticia relacionada con este tema en la que se daba a conocer que dicha brecha digital de género se había reducido considerablemente en los últimos años.
Dicha noticia estaba basada en unos estudios realizados por el Observatorio e-Igualdad, vinculados al Instituto de la Mujer y en dicho trabajo apareció lo que podría denominarse como TECNOFOBIA de las mujeres. Podríamos definir la Tecnofobia como el miedo, el temor o la supuesta incapacidad para usar algún aparato eléctrico, científico o tecnológico.
A las mujeres tradicionalmente se nos ha tachado de tecnófobas, de no querer o no saber manejar cualquier aparato eléctrico o tecnológico o de temer el tener que hacerlo. También se nos atribuye una torpeza para conducir el coche, manejar el ordenador, la cámara de video, el teléfono móvil, y ahora Internet. De hecho existen unas barreras, reales o subliminales, que dificultan el acceso y uso por nuestra parte a estas nuevas tecnología. Este hecho se refleja en un porcentaje más bajo que los varones de utilización de esta tecnología.
Algunas de esas barreras que han sido (y siguen siendo) justificadas, aceptadas y mitificadas por el conjunto de la sociedad, pero pueden ser desmontadas con relativa facilidad. Vamos a intentarlo.
La educación desde los primeros años es muy importante y todavía está muy cargada de sexismo y de socialización por géneros. Los niños y niñas con pocos años de edad y en etapa de primera escolarización ya pueden tener un concepto sobre que trabajos son asignados a varones y cuales a mujeres.
Influyen todos los agentes de socialización: la propia familia es muy responsable lanzando mensajes y acciones sobre que las máquinas y videojuegos son “cosa de chicos”. En las escuelas aunque aparentemente existan las mismas oportunidades, los niños, cuando no hay un equipo por persona, tienden a apropiarse de las máquinas con fines de ocio y diversión.
Además, la hasta ahora falta de referentes en este campo para las mujeres, nos lleva a sentirnos inseguras en el manejo de estas habilidades y, si no nos encontramos con otras mujeres que nos ayuden o nos orienten podemos descolgarnos con mucha facilidad. Afortunadamente para las que nos estamos iniciando en redes sociales que no en tecnologías de la comunicación, ahora son algunas y, por cierto muy generosas, las que nos tienden una mano a las que comenzamos. Esto he de asegurar que facilita muchísimo las cosas.
Nos encontramos además con que hombres y mujeres hacemos un uso diferenciado de estas nuevas tecnologías y, mientras las mujeres las utilizamos para trabajar y formarnos mayoritariamente, los hombres las utilizan como modo de ocio. Un ocio asociado a unos videojuegos que hasta hace muy poco tiempo estaban cargados de violencia y que reproducían muy bien los patrones sexistas de la sociedad en la que vivimos.
Estos son algunos motivos por los cuales a las mujeres se nos puede tachar de tecnófobas, pero aparte de no serlo, poco a poco vamos conquistando y apropiándonos más y mejor de ese universo llamado Internet y teniendo una mayor presencia en él.
De ese modo, aparte de democratizarlo, también llevamos a él nuestras reivindicaciones, nuestras lucha y nuestras estrategias feministas. Y, porqué no, también nuestras necesidades de encontrarnos con otras personas, mujeres y hombres, que piensen como nostras y que compartan nuestras luchas, sean estas las que sean.
Hemos de continuar venciendo perezas iniciales, apropiarnos y aprovechar estas nuevas vías para poder compartir luchas y crear redes solidarias y sóricas que nos permitan alianzas firmes en nuestras constante lucha por unas sociedades más igualitarias y justas.
Teresa Mollá Castells[email protected]La Ciudad de las Diosas