l ataque y el abuso sexual sobre las mujeres es considerado por los combatientes como un ataque contra toda la comunidad. La violencia contra el género femenino durante la guerra es el reflejo de las desigualdades en tiempos de paz.
Andrea, de 17 años, se quedó sola en su casa, en una pequeña aldea de Colombia, junto a su hermana pequeña. Era el año 2009. Su madre había salido a visitar a su hermano que estaba en prisión. De pronto, recibieron la visita de cuatro hombres del grupo paramilitar local. Con las manos atadas y los ojos vendados las dos jóvenes fueron trasladadas fuera de la aldea donde nadie pudiera oír sus gritos. "Nos preguntaron por mi hermano que estaba en la cárcel, nos dijeron que por la culpa de él que iban por nosotras, pero nosotras lo único que hacíamos era abrazarnos", narró Andrea a Amnistía Internacional.
Las dos jóvenes fueron separadas. Andrea lloraba y lloraba. "En ese momento, ya llegó un muchacho. Entonces le dije: 'Qué van a hacer conmigo'. Dijo: 'La van a violar' (...) Me daba cuenta que llegó uno, empezó a abusar de mí y en el momento él se fue, y llegó otro. Entonces yo sentía que no era el mismo, porque yo estaba vendada". Andrea y su hermana nunca denunciaron estas violaciones ni se lo contaron a nadie, salvo a su madre y a Amnistía. Si denunciaban serían estigmatizadas por el resto de la sociedad y, posiblemente, asesinadas por sus violadores.
Como Andrea y su hermana, cientos de miles de mujeres sufren la violencia sexual a lo largo de los conflictos bélicos. El uso de la violación como arma de guerra es quizá la forma más brutal en la que los conflictos afectan a las mujeres. Sólo en marzo de 2004 la ONU supo que en el campo para desplazados internos de Mornei, en Darfur Occidental, eran violadas hasta 16 mujeres al día cuando salían a recoger agua. La violencia sexual es hoy día una estrategia militar intencionada que busca aterrorizar, degradar y derrotar a toda una población. Las mujeres son el blanco de los ataques como portadoras de la siguiente generación del enemigo
El ataque sobre la mujer y el abuso sexual es considerado por los guerrilleros, tal y como señala el informe de Amnistía Internacional Vidas Rotas, crimines contra las mujeres en situaciones de conflicto, un ataque contra toda "la comunidad, una afrenta no sólo para las mujeres agredidas, sino también para quienes deberían haberlas protegido". Su cuerpo es considerado el representante del "honor" y la "integridad" de la comunidad a la que se quiere eliminar. Son las "portadoras" de la siguiente generación del enemigo. No obstante, a lo largo de la historia se ha considerado el cuerpo de la mujer el legítimo botín de los ejércitos victoriosos.
La violencia contra la mujer, sin embargo, no es consecuencia de los conflictos bélicos. Éstos simplemente exacerban las desigualdades y malos tratos presentes en las sociedades. La violencia que sufren en la guerra es una "manifestación extrema de la discriminación y los abusos" existentes en los tiempos de paz. "En época de paz, estas actitudes contribuyen a la aceptación generalizada de la violencia doméstica, la violación y otras formas de abusos sexuales contra las mujeres", explica el citado informe de Amnistía Internacional.
El número de víctimas de estos abusos resulta imposible cuantificar en cualquier conflicto. Los motivos son varios pero responden a una misma causa: si las mujeres hablan serán repudiadas por su sociedad de origen. La violación y otras formas de violencia sexual suelen permanecer ocultos durante años e incluso décadas. Durante el conflicto de Guatemala, en los años ochenta, las mujeres indígenas asociaban la acción militar con la violación hasta tal punto que pocas daban información voluntariamente sobre ello cuando los investigadores de Amnistía Internacional hablaban con ellas de sus experiencias.
Otras consecuencias
Si la violación es la forma de violencia más reconocida contra las mujeres, hay otros tipos que acaparan todavía menos atención mediática. Esta hace referencia a los desproporcionados efectos que sufren las mujeres en aspectos económicos, sociales y culturales cuando estalla una guerra o un conflicto bélico de menor envergadura.
"Antes de los conflictos y durante su desarrollo, suelen reforzarse los estereotipos de género y puede aumentar el control sobre la libertad de circulación de las mujeres o sus actividades fuera del hogar. En Israel y los Territorios Ocupados, por ejemplo, debido a la intensificación del conflicto en el último decenio, las niñas palestinas y las israelíes de origen árabe han tenido más probabilidades que sus hermanos de ser retiradas de la escuela, y se ha intentado convencer a las mujeres de que no salgan a trabajar", explica el informe de Amnistía Internacional.
De los más de 240 representantes que adoptaron los Convenios de Ginebra sólo 13 eran mujeres
El estallido de la guerra supone para cientos de miles de mujeres multiplicar sus tareas. Además de ser esposas "leales y sufridas" en muchas sociedades patriarcales, deben ingresar en la población activa para sustituir a los hombres que están combatiendo, desempeñar las tareas asistenciales como cuidar de los padres y los hijos, cocinar para toda la familia, etc. La mujer se ve obligada a dejar de ser una persona más para convertirse en una especie de superhéroe que todo lo puede.
Acuerdo histórico
La lucha de la comunidad internacional para erradicar la violencia sexual contra las mujeres ha sido insuficiente. Las diferentes manifestaciones de esta lacra ni siquiera han sido abordadas en el desarrollo de las leyes de la guerra. Sólo un dato sirve para reflejar el olvido sistemático de la mujer: de los más de 240 representantes ante la Conferencia Diplomática que adoptó los Convenios de Ginebra, sólo 13 eran mujeres.
La visibilización del problema llegó a partir de la década de los 90 cuando la violación y otras formas de violencia sexual fueron reconocidas como algunos de los crímenes más graves previstos en el derecho internacional. Sobre todo a partir de IV Conferencia Mundial sobre la Mujer organizada por las Naciones Unidas en Pekín en 1995 y de las sentencias sin precedentes de los tribunales internacionales establecidos para perseguir los crímenes cometidos en los conflictos de la ex Yugoslavia y Ruanda.
El viernes se conoció otro pequeño paso para erradicar la lacra. Los países del Grupo de los Ocho (G-8: Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Canadá, Japón -los siete más ricos del mundo- y Rusia) acordaron destinar 26,9 millones de euros para luchar contra la violencia sexual. El acuerdo llega tarde para cientos de miles de mujeres y se antoja insuficiente. Sin embargo, tal y como señala Amnistía Internacional, también parecía imposible acabar con el comercio de esclavos y se ha conseguido. El sueño de un mundo sin violencia sexual hacia las mujeres está hoy un paso más cerca que ayer.
Por Alejandro Torrús Fuente: Público.es
Revista En Femenino
Sus últimos artículos
-
cHILE, SANTIAGO: A LA CATEDRAL NO FUIMOS DE RODILLAS
-
Her Yer Taksim! Participación de feministas y LGBTQI en las protestas del Parque Gezi
-
Ana Mato nos mata los derechos
-
Luz Méndez, investigadora y activista guatemalteca: “Las mujeres están luchando en Guatemala: se organizan y piden justicia”