John Kacere: Jutta (óleo sobre lienzo, 53 x 78,5 cm), 1973.
MERODEOS Y TRAZOS A TRAVÉS DE LA PUERTA OSCURA
Nunca me había hablado, en sus confidencias amorosas y sensuales, de lo que él mismo llamó «mi intensa devoción por la puerta oscura». Pero aquella noche, quizás porque habíamos compartido unas pipas bien cargadas de aromático y potente hash, no tuvo palabras más que para ese tema y «no te puedes imaginar, amigo —me dijo— qué clase de delicias le sorprenden a uno a medida que se adentra en esos ámbitos, cómo van llenándose las cavernas del sentido y los vasos sanguíneos más sensibles de una potencia casi nunca lograda en ninguna otra estancia que hayas podido visitar, y cómo, una vez que los caminos se han ablandado convenientemente, aunque nunca sin perder la tensión, y tus pasos avanzan decididos en la oscuridad, poco a poco sientes que te va creciendo una claridad interior, nada cegadora pero sí destellante, y luego, como si separaras pesados cortinajes de suavísimas telas de un serrallo visto en las páginas de algún libro ilustrado por Segrelles, consigues llegar, entre bien marcadas y gratísimas ondulaciones, al fondo de la estancia, y allí puedes abrir una ventana geminada que, tras viaje tan oscuro, llena tus ojos y el recinto completo de blanquísima luz y hace que resplandezca todo alrededor como si fuera la primera hora del amanecer del mundo». Como notara acaso que mi gesto era ya mitad burlón, mitad aburrido, me miró picaruelo y, en medio aún de su nube de humo, concluyó: «Bueno, quizás no haya sido yo muy preciso en la narración de la visita. Pero puedes leer a Lezama en pasajes varios de su Paradiso y verás que contienen todos los detalles referidos con minuciosa exactitud y en ámbitos diversos».(LUN, 586 ~ «Las musas de Macías»)