En la Biblia clásica de Reina-Valera, en Mateo, 26, 33-34, Pedro le dice a Jesús “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré, y Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces”.
Y Pedro, discípulo de Jesús, claro que lo negó. Y otro Pedro, Sánchez, vuelve a negar su, si no coalición, al menos abstención tras el posible triunfo electoral de Mariano Rajoy el 26 de junio. Incumplirá la negación.
Rajoy está dispuesto a morir dejándose crucificar con el PP antes de entregarle el gobierno a quienes obtengan menos votos que él.
Es él contra el mundo, contra las ideologías que no son la suya; y como todas tienen intereses muy diferentes, tras matar a Rajoy se matarán entre ellas para repartirse los despojos.
Durante cuatro décadas el PSOE alternaba el poder con el PP, pero le ha salido un rival ultra, demagogo y populista, Podemos.
El verdadero problema lo tienen ahora, primero, Pedro Sánchez, y después, el PSOE, mientras el PP carece de un competidor sustitutivo, ni siquiera Ciudadanos, un posible anexo, pero también del PSOE.
Sánchez, de limitado talento, exceso de ambición, e incapaz de mover masas, está sometido, además, a la decadencia de las socialdemocracias europeas.
No ha sabido hacer promesas positivas. Suena a falso al centrar su discurso en Rajoy como culpable del desempleo, la desigualdad y la corrupción, cuando se recuerda que con Zapatero todo ello era similar o peor, ay, los ERE.
La socialdemocracia necesita generar ilusión, posibilidades futuras, no prometer destrucción alguna, que para eso está la ultraizquierda.
Tras las elecciones Sánchez deberá dejar de negarle el apoyo pasivo a Rajoy absteniéndose en su investidura; después será destituido por el PSOE y llorará sus negaciones sin haber alcanzado el saloncito de Moncloa llamado Roma, ciudad en la que ejercía de obispo el otro Pedro y donde murió martirizado por Nerón, conocido también como Rajoy.
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SALAS