Revista Educación

Las normas de la casa

Por Siempreenmedio @Siempreblog

En el pueblo majorero de Villaverde, La Oliva, hay una casa muy antigua, de gruesos muros de piedra, que perteneció a Félix Padilla y Dolores Quintana. El paso de los años y las herencias posteriores hicieron que Villa Dolorita, que así se llama la vivienda deLas normas de la casa casi 300 años, acabara en manos de dos hermanas, Concha y Carmen, viuda y soltera, que se convirtieron en las regidoras del lugar. Poca gracia les hacía prestarla al resto de sus familiares, porque eran muy maniáticas con el manejo de estas cuatro paredes de inmenso encanto. Pero finalmente aceptaron y optaron por escribir “Las normas para gobernar más o menos con acierto esta casa”. Así se garantizaban el orden y su tranquilidad. Décadas después de haberse escrito, sumergirse en su lectura es apasionante. De entrada me imagino a las primeras ecologistas de Villaverde, pidiendo cada dos párrafos que se aprovechara bien el agua. No queda detalle que no relataran en los seis u ocho cartones arrancados de viejas libretas y lo que en un principio parece una casa destartalada y medio ruinosa acaba siendo un entrañable lugar en el que pasar Las normas de la casaunos días para cambiar el chip antes de incorporarte a la plantación de algodón que te permite cobrar todos los meses. Me imagino a aquellas hermanas el día que sucumbieron a la presión familiar y con toda la pena cedieron su uso y disfrute a los demás familiares. Me imagino también que, tras su muerte, hace más de dos décadas, se revuelven en sus tumbas cada vez que se incumple una norma. “El agua es escasa; hay que gastarla con cuidado”, arrancan las normas de la casa.


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