Adoctrinados desde niños, luego estarán dispuestos a todo.
Un joven de 19 años ha sido apaleado en Vitoria por quince valientes que estaban en inferioridad numérica. ¿Su delito?, formar parte de una asociación que, pacíficamente, pedía la unidad de España; terrible pecado que, para esa parte de españoles, justifica cualquier acto en su contra, paliza incluida. Mientras le pateaban la cara entre los quince le llamaban ‘español de mierda’ y ‘facha’…, aunque él ya estaba inconsciente y no oía. Es como si, mientras las ‘Hitlerjugend’, las Juventudes Hitlerianas, aporreaban a judíos y comunistas en las calles del Berlín nazi, acompañaran los palos con gritos de ‘nazi de mierda’ o ‘fascista’. ¿Quién es el nazi?, ¿quién el facha?, ¿el que recibe una panadera por ejercer su libertad de expresión y asociación, o los que se juntan en manada para aporrear a quien piensa distinto? Y eso sin contar la muestra de gran valentía que supone ir quince encapuchados contra uno; es como en la sabana: si aparece una hiena no hay mucho peligro, pero existe riesgo de muerte cuando se juntan quince, sólo entonces son muy valientes.
Tampoco parece muy democrático salir a la calle a insultar, amenazary protestar por los resultados de unas elecciones limpias y legítimas. Y es que esto es lo ‘malo’ de la democracia, que a veces surgen grupos políticos con los que se está en total desacuerdo (los buenos resultados de un extremo son la rabia del otro, y viceversa), pero hay que aceptarlo como se aceptó que los que justifican la sangre vertida por los terroristas vascos entren en las instituciones democráticas. En fin, parece hipócrita escandalizarse con la aparición del emergente partido de extrema derecha, aunque no haya cometido violencias o ilegalidades, y callarse o incluso sonreír cuando se impide a otros la elemental libertad de expresión, cosa ocurrida muchas veces cuando los oradores son de ideas contrarias.Lo que está detrás de las agresiones por causa política o detrás de la coacción y la amenaza a quien expresa otras ideas (amparadas por la legalidad) es el deseo absoluto, irrefrenable y fanático de imponer el pensamiento único. Puede afirmarse que ese deseo de imposición de uniformidad ideológica es lo más fascista que existe, ya que esa tendencia a perseguir hasta la agresión (o la muerte) a quien no esté de acuerdo con ese único pensamiento válido se ha visto perfectamente en todos los regímenes fascistas; en realidad en todos los totalitarismos, ya sean capitalistas o comunistas. Si por un agujero en el continuo espacio-tiempo hubieran aparecieran un par de escuadras de las Hitlerjugend cuando esa manada de quince valientesvapuleaba a uno, se hubieran unido a los agresores sin preguntar, pues se hubieran reconocido inmediatamente en los modos y números.CARLOS DEL RIEGO