Revista Medio Ambiente

Las nutrias son un lujo para Gijón y no un problema

Por Davidalvarez
Las nutrias son un lujo para Gijón y no un problema
Hace no demasiado tiempo, los ríos de Asturias estaban tan contaminados que la vida en ellos se había hecho prácticamente imposible. Pocas aves, peces o mamíferos eran capaces de sobrevivir en unos cauces enfermos por la multitud de vertidos urbanos e industriales que se vertían en ellos. Entre estas especies estaba la nutria, que llegó a desaparecer de gran parte de nuestra geografía, motivó por el cual fue incluida en el catálogo asturiano de especies amenazadas en la categoría “de interés especial”. Este declive no solo tuvo lugar en Asturias, sino también en el resto de Europa, y conscientes de la preocupante situación a la que había llegado durante el S. XX, se le dio el máximo nivel de protección, incluyéndola en la Directiva Hábitat 92/43/CEE como especie de interés comunitario que requería una protección estricta y en el Convenio de Berna como especie estrictamente protegida.
Con el paso de los años, y aunque muchos de los problemas que afectan a nuestros cauces fluviales aún siguen estando presentes, resulta indudable que la calidad de las aguas ha mejorado. Con el cierre de los lavaderos de carbón y la instalación de filtros y depuradoras, muchas de las especies que había abandonado nuestros ríos regresaron a ellos después de décadas de ausencia. La nutria no fue una excepción, y fue recolonizando poco a poco gran parte de sus antiguos territorios, llegando incluso a la zona central donde ya poca gente recordaba su presencia.
En el año 2012 se empezó a sospechar de la presencia de estos mustélidos en los estanques del Parque de Isabel la Católica, en pleno centro de Gijón. La aparición de rastros y excrementos parecía dejar claro que las nutrias habían regresado por la puerta grande. Siguiendo el curso del río Piles, entraron por el canal del antiguo molino y llegaron a los estanques del parque, que no son sino los restos de una antigua marisma que ocupaba todo el barrio gijonés de La Arena, y donde con total seguridad habrían vivido sus antepasados muchos años atrás. Allí se encontraron con gran cantidad de alimento en forma de carpas, anguilas y gambusias, además de cangrejos americanos.
Durante los primeros meses apenas se dejaron ver, entraban por la noche y abandonaban el parque al despuntar el alba, pero poco a poco se fueron haciendo más confiadas y sus estancias en el parque se prolongaron hasta que finalmente decidieron quedarse. Encontraron refugio en las islas y empezaron a dejarse ver a plena luz del día, al principio solo de vez en cuando y poco a poco durante largos periodos de tiempo. Esta especie desarrolla la mayor parte de su actividad por la noche, una estrategia común entre muchos animales para evitar a sus enemigos, y entre ellos al hombre, que durante años la ha perseguido y dado muerte, tanto para conseguir su piel como para vénganse de ella por haber cometido la osadía de alimentarse de los peces que muchos pescadores consideraban, y aún siguen considerando, una más de sus propiedades. La tranquilidad que encontraron aquí hizo que perdieran el miedo y que cambiaran sus costumbres. 
Las nutrias son un lujo para Gijón y no un problema
Pronto se corrió la voz de que había nutrias en el parque y muchas personas se acercaron a visitar a las nuevas inquilinas del mismo. Yo fui una de esas personas y aún recuerdo la sorpresa del primer día, cuando después de una hora de espera apareció una pareja y se puso a nadar y a jugar a escasos metros de mí. También las vi pescar grandes anguilas y comérselas delante de la gente sin ningún temor. En muy pocos parques urbanos del mundo se podía disfrutar de un espectáculo parecido, que nada tiene que ver con el ofrecido por dos de sus congéneres, que cautivos en una urna de cristal se comportan de manera esquizoide en el cercano acuario de la ciudad.
Pero no todo iba a ser una historia color de rosa. Coincidiendo con la llegada de las nutrias empezaron a aparecer los cadáveres de algunos patos domésticos, que alicortados para evitar que se escaparan, resultaban presas fáciles para cualquier animal con un poco de hambre. Aunque la dieta de estos mustélidos se compone básicamente de peces, también pueden comer anfibios, reptiles, mamíferos y aves en menor medida y siempre de forma ocasional. El culpable ya había sido acusado, sin ningún juicio ni posibilidad de defensa.
No tardaron en empezar a oírse las primeras quejas, primero por parte de los responsables del parque y luego por algunos de sus visitantes, que afirmaban que estaban provocando una carnicería sin precedentes y que acabarían esquilmando la fauna alada (o mejor, alicortada) del lugar. Y en una escalada de acusaciones, a los responsables del parque y visitantes se unieron algunos ornitólogos, que afirmaban que eran las responsables del descenso de aves salvajes invernantes, y sugerían que por el bien de los patos y “de las propias nutrias”, se las capturara y se las llevara a otro lugar más seguro y más lejano para evitar que murieran atropelladas en alguna de las calles aledañas. Lo cierto es que ninguna anátida salvaje ha aparecido depredada y nutrias atropelladas aparecen en numerosas ocasiones y en muchos lugares sin que se haga nada para remediarlo, por lo que estas afirmaciones resultan bastante desafortunadas.
Ante estas acusaciones quizás sea necesario recordar que tal como confirman los censos que realiza anualmente la Coordinadora Ornitolóxica d’Asturies, la caída en el número de patos invernantes en los estanques del parque es muy anterior a la presencia de nutrias en los mismos. Si en el año 2000 se llegaron a censar 348 porrones comunes y 166 porrones moñudos en este lugar, en el año 2012, cuando se empezó a sospechar de la presencia de nutrias, su número ya se había reducido a 77 y 90 aves respectivamente. Los patos habían cambiado de lugar de invernada, probablemente hacia el cercano embalse de San Andrés de los Tacones donde probablemente encontraran mejores condiciones y  donde actualmente se concentran la mayoría de porrones invernantes de Asturias y donde curiosamente hay varios ejemplares residentes de nutria, al igual que ocurre en otras masas de agua en las que tanto anátidas invernantes como residentes comparten el espacio con ellas. Una vez más, los datos, como el algodón, no engañan.  
Y al olor de la carroña de los patos muertos acudieron rápidamente nuestros representantes políticos. Los mismos que con sus actos y decisiones nos confirman a diario su escaso interés por la conservación de la naturaleza y que apoyan por consenso las matanzas de lobos y de cormoranes grandes, ahora se encuentran preocupadísimos por la muerte de unos patos domésticos y utilizan a las nutrias como una nueva arma arrojadiza contra sus adversarios, lo que nos faltaba por oír. Todo sirve para hacer política y para intentar ganar unos cuantos votos, aunque la mayoría de los que se escandalizan por la presunta carnicería no sepan distinguir una nutria de una comadreja ni un cisne de un ánsar común.
¿Pero qué pasa con las supuestas víctimas? Tal como he comentado anteriormente, las nutrias, aunque eminentemente piscívoras, pueden comer aves puntualmente y seguramente alguno de estos patos domésticos, una vez eliminada su capacidad para el vuelo, haya sido una de sus presas. Pero no debemos olvidar que otros depredadores, como zorros, ginetas, tejones, halcones peregrinos, gavilanes o ratas, han sido observados tanto en el parque como en sus proximidades, sin olvidar la gran cantidad de perros sueltos y gatos asilvestrados que hay en la zona, por lo que la lista de posibles “sospechosos” se amplía considerablemente. Por otra parte, debemos tener en cuenta que estas aves forman parte de una colección y que a todos los efectos tienen la catalogación de animales de granja, lo que no ocurre con las nutrias, de procedencia salvaje y que como indicaba al principio están estrictamente protegidas en Asturias y cuentan con un Plan de Manejo aprobado en el año 1993 (Decreto 73/1993, de 29 de julio) que garantiza su protección.
La desconexión de los ciudadanos con la naturaleza que les rodea es cada vez mayor y no sabemos, o no queremos aceptar, que los procesos naturales incluyen a depredadores y a presas, y tratar a unos como buenos y a otros como malos es una afirmación pueril y muy alejada de la realidad. Todas las especies forman parte del mismo puzle y su presencia este parque urbano, lejos de ser problema debería ser un motivo de orgullo para todos. Es un auténtico lujo para una ciudad como Gijón poder contar con unos vecinos como estos en su espacio verde más emblemático, ya que aparte de confirmar la recuperación del medio fluvial del concejo, se trata de una oportunidad única para poder observar a unos animales muy esquivos y difíciles de ver en condiciones normales. Si uno de los objetivos operacionales del Plan de Manejo de la especie es “incrementar el conocimiento y la sensibilidad de la sociedad asturiana hacia la problemática de la nutria y la necesidad de su conservación y la de su hábitat”, no se me ocurre una manera mejor de hacerlo que dejar a las nutrias en paz en el lugar que ellas mismas han elegido para vivir.
PD: hace unos días se inició una campaña de recogidas para que el Ayuntamiento de Xixón evite las molestias a las nutrias y para que mantega a las aves exóticas de forma adecuada. Aunque como ya he comentado, cualquier tipo de molestias sobre la especie seria motivo de sanción, si queréis podéis firmar en este enlace.

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