Ayer, 10 de diciembre, se conmemora el Día Mundial de los Derechos Humanos que hace 71 años proclamó la Organización de las Naciones Unidas. Después del final de la II Guerra mundial y, también de los juicios de Nuremberg, con tiempo suficiente para asentar la idea de las tremendas vulneraciones de toda clase de derechos que había sucedido en los años anteriores, y como una apuesta hacia un futuro de paz. A pesar del tiempo pasado todavía quedan muchos derechos por defender y millones de habitantes del planeta que no los tienen garantizados.
En una conversación casual ha surgido también la discrepancia común en que tales derechos deberían ir acompañados de las correspondientes obligaciones. Personalmente considero que las principales son, precisamente, las de velar y trabajar para que los derechos se respeten y se cumplan. Para nuestro ámbito recordamos que tuvieron que pasar 11 años más para que se promulgaran los Derechos de los Niños. Derechos específicos que necesitan especial protección y que no quedaban del todo incluidos en los generales de todos los humanos.
Elisa Beni, una prestigiosa periodista que aparece con frecuencia en los medios españoles, y en esa línea de confrontar derechos y obligaciones y atendiendo a la presencia mediática de Greta Thunberg, ha dado en comentar sobre las obligaciones de los más jóvenes. En medio del COP25 que se celebra estos días en Madrid, la señora Beni, al tiempo que saluda la presencia de jóvenes en la conferencia y las actividades en su entorno, se pregunta si los jóvenes, los “milenials”, o los nacidos después de del año 2000, no tendrían unas obligaciones al tiempo que hacen valer sus derecho y si estarían dispuestos a renunciar a los bienes y servicios que actualmente disfrutan.
Las “obligaciones” de los menores tienen más una raíz cultural que política, y aún menos jurídica. Están ligadas a la educación y, en función de esa educación se van construyendo. Cierto que en la natural fijación de límites gradualmente con el crecimiento y el desarrollo, los niños van adquiriendo una idea de los que puede y no se puede hacer, y de lo que se tiene que hacer. Pero las obligaciones se tiene que enseñar y difícilmente se pueden exigir. Los niños no son justiciables y sus responsabilidades tienen siempre que ajustarse a su edad y desarrollo, nunca separadas de lo que determina su entorno. No se les puede pedir nada que no se les haya dado antes.
Al final, su única obligación es la supervivencia: llegar a adultos. Y en eso los pediatras tenemos bastante que hacer y decir.
X. Allué (Editor)