LAS OBRAS DE MISERICORDIA EN EL PERÚ 11. CONSOLAR AL TRISTE
¡Qué tristeza se nota en tantas caras que uno encuentra a diario! Cuánta plata se gasta para combatirla. Cuentan que el presidente ruso Kruschev al ver el gigantesco parque de las diversiones de Estados Unidos comentó: "Debe ser un pueblo muy triste cuando necesita tantos recursos para divertirse".
Cuántos rostros "pálidos", ojerosos, tristones, sin sentido. En los medios de transporte, en la calle se palpa un ambiente cargado de stress, de odio contenido, de un vacío, de un sin sentido. Se ve a la gente con prisa pero sin saber muy bien dónde llegar. El consuelo para el triste o deprimido se asemeja al cuido de un enfermo. Y es muy necesario, pues las palabras de consuelo en la aflicción pueden ser determinantes.
Escribe Pascal: "Sólo la religión cristiana hace al hombre amable y feliz al mismo tiempo".
Santa Teresa lo sintetizó a la perfección: "Santo triste, triste santo", o sea, que santidad y tristeza son incompatibles.
El Señor nos quiere felices. El que de verdad cree en Dios, espera en Dios y ama a Dios encuentra en la certeza de su presencia una verdadera fiesta, se siente feliz, pase lo que pase. Toda la miseria humana no podrá oscurecer la dicha profunda, la inundación de paz que nace en el alma al saber que Dios es infinitamente grande y es «mi Padre». Todos los días son fiesta para los que viven en gracia de Dios.
Los cristianos hemos recibido en el Bautismo la consigna de «servir al Señor con alegría». El mal humor no se compagina con la Buena Noticia que es el Evangelio que hemos de vivir y anunciar a todas las gentes. El Evangelio no se puede anunciar con mala cara ni se puede vivir con malos humores. Sabiduría sin buen humor no es verdadera sabiduría. Humor sin sabiduría es necedad
Buen momento este para releer la Exhortación Apostólica Gaudete in Domino sobre la alegría cristiana, de Pablo VI (9-V-1975). Texto base de la misma: "Alegraos siempre en el Señor, porque El está cerca de cuantos lo invocan de veras" (cf. Flp 4,4). Capítulos de dicha exhortación: I – Necesidad de la alegría en todos los hombres. II – La alegría cristiana en el AT. III – La alegría cristiana en el NT. IV – La alegría en el corazón de los santos. V – Una alegría para todo el pueblo. VI – La alegría y la esperanza en el corazón de los jóvenes.
El actual Papa Francisco es un vivo testimonio de alegría. Sus dos exhortaciones apostólicas versan justamente sobre la alegría: El gozo del Evangelio, La alegría del Amor; nos reta a dejar la cara de vinagre y de Cuaresma para convertirla en cara sonriente y de Pascua.
San Pablo lo escribió de una vez por todas: "Estad alegres, os lo repito, estad alegres. Cristo está cerca" (Fil 4, 4-5). Todo creyente debe dar razón de su alegría y transmitirla.
Ninguna misión tan excelente como la del voluntario, la persona que vive comprometida en el servicio responsable de los demás. Hay más alegría en dar que en recibir.
Lea este retrato robot: se enfada con frecuencia o sin motivo; parece insatisfecho con su vida; no tiene brillo en la mirada y su sonrisa más parece una mueca que una expresión de felicidad. Ahora, póngale nombre propio. Si ha relacionado este retrato con alguien de su entorno, es que tiene cerca a una persona triste.
Esto es extremadamente importante. San Ignacio de Loyola, en sus reglas para el discernimiento, resume la estrategia sobre cómo actuar cuando estamos en un estado de desolación. En la desolación nos sentimos tristes, deprimidos, que en realidad nadie se preocupa por nosotros, la vida parece inútil y sin sentido. Todos pasamos por este estado a veces; es parte del ser humano. Sin embargo,cuando te des cuenta de que alguien pasa por este estado, haz todo lo que pueda para ser una fuente de aliento. ¿Cómo? En primer lugar, orando por la persona. En segundo lugar, una cálida sonrisa puede recorrer un largo camino. En tercer lugar, decir una o dos palabras de aliento. En cuarto lugar, ofrecer un cumplido en algunos puntos de alta calidad que tiene la persona. En quinto lugar, puedes incluso contar una historia o anécdota humorística para sacar a esta persona fuera del hoyo.
En la Av. Brasil tenemos las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, ángeles auténticos que dan alegría a los ancianos. Y cerca de ellos, todo el complejo salesiano con las Hijas de María Auxiliadora y su colegio, así como con la basílica, parroquia, colegio, editorial, instituto, Casa de Acogida, los oratorios, toda la obra de Don Bosco, quien hacía consistir la santidad en la alegría; sus oratorios son todo un antídoto frente a la tristeza.
El 2017 celebraremos el cuarto centenario de la muerte de Rosa. Rosa era una mujer feliz, a pesar de las enfermedades y penitencias que soportaba. Se sentía tan dichosa de poder así demostrarle el amor a su esposo Jesús y ayudarle en la gran tarea de la salvación del mundo que se sentía inmensamente feliz. Por eso, no es de extrañar que se pasara muchos momentos de su oración cantando. Le gustaba cantar. A veces, en medio de la costura, cantaba con gran regalo de espíritu alabanzas divinas, diciendo algunas letrillas muy devotas que ella misma componía con que levantaba su espíritu al Señor. Y le dijo a este testigo (Padre Lorenzana), tratando de este punto de cantar: "Padre, quitarme a mí el cantar es quitarme el comer".