Viene de aquí.
En 1966, tres años después de la recalificación municipal de los terrenos aledaños al estadio de zona edificable a zona verde, y tras fracasar los intentos de reconducir de manera directa (revisión del PGOU) o indirecta (permuta por otros terrenos edificables) la situación, la crisis por la deuda del estadio llevó a la entidad a lo que parecía un punto sin retorno, un momento de máxima precariedad. Así lo cuenta Enrique Vidal, en su biografía dedicada a Enrique Lora:
“Se consiguieron numerosas y notables aportaciones económicas de los presentes …”
A grandes males, grandes soluciones. Esto parecía predicar un sector importante del sevillismo. Y esa gran solución, auténtico run run de la calle, era nada más y nada menos que … la venta del estadio. La razón era bien sencilla. El Ayuntamiento había torpedeado la solución más fácil, que hubiera sido la venta de la explanada de preferencia, sin afectar al inmueble ni el solar del campo de fútbol, pero al convertir lo que era suelo urbanizable en no urbanizable, esta venta carecía de utilidad. La única verdaderamente golosa era la transferencia del estadio –suelo y vuelo- al completo.
“El Sevilla posee un activo –su patrimonio, su seguridad- muy respetable. Ha sido el que ha permitido su persistencia. Con una economía extenuada, con unos agobios obsesionantes. El club decano posee terrenos que hoy valen una fortuna …
‘Se vende el estadio y terrenos colindantes…’ ‘Cuatrocientos millones de pesetas …’ ‘Un estadio nuevo y doscientos kilos …”
Aquello lo impidió a última hora José Ramón Cisneros Palacios, al alcanzar un acuerdo de resolución del contrato con Peninsular de Construcciones, devolviendo los 16 millones de pesetas cobrados a cuenta más los intereses, y recuperando los terrenos aledaños al Gol Norte vendidos, para volverlos a transmitir ahora, otra vez, en mejores condiciones, a una nueva inmobiliaria. Una gestión que le valió a Cisneros, antes de acceder a la presidencia, la insignia de oro y brillantes del club.
Ya con Cisneros ocupando el sillón principal, parece surgir una oportunidad de obtener ayuda institucional para acometer obras en el estadio, con fundamento en elagravio comparativo surgido con la financiación otorgada por la DND al Atlético de Madrid para la construcción del estadio Manzanares (posteriormente, Vicente Calderón).
Ese precedente, junto a los partidos internacionales conseguidos por Cisneros para el Sánchez-Pizjuán (amistoso contra Alemania en el que debutaría Lora y posterior encuentro oficial contra la URSS), fue esgrimido por el Presidente sevillista para obtener fondos con los que hacer una actuación de mejora en el estadio.
Con la Junta Consultiva bética de los golpistas Cuesta Monereo y Luengo Muñoz moviéndose como pez en el agua en las cancillerías franquistas para remozar el campo de Heliópolis, las susceptibilidades en Nervión se desbordan, tras años de clamar en el desierto por un estadio inacabado y viendo como al vecino le hacen más caso que a ti. Pero el Sevilla se resiste a los regalos, pide préstamos, fórmulas financieras, nunca subvenciones ni donaciones encubiertas:
“Si el club pudiera con la obra, no hubiéramos pedido auxilio a nadie …”
“No quiero regalo alguno. Un préstamo. Que el Sevilla pueda adecentar su estadio y pagar con facilidades, Quiero un préstamo amortizable …”
Finalmente, la cacareada posible ayuda de la DND para el Sánchez-Pizjuán quedó en nada, porque las palabras de Cisneros no eran ningún brindis al sol, sino verdadera palabra de caballero:
“La campaña de austeridad que queremos emprender no nos aconseja recibir los quince millones de pesetas, que es el préstamo de la DND, porque tendríamosluego obligaciones contraídas que no beneficiarían al club."
…Continuará …