Revista Cultura y Ocio

Las ocho montañas. Paolo Cognetti

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Las ocho montañas. Paolo Cognetti
     "Mi padre tenía una manera propia de ir a la montaña. Poco proclive a la meditación, pura testarudez y arrogancia. Subía sin dosificar las fuerzas, compitiendo siempre con alguien o con algo y, allí donde el sendero le parecía largo, cortaba camino por la línea de más pendiente. Con él estaba prohibido parar, quejarse por el hambre, por el cansancio o por el frío, pero se podía cantar una bonita canción, sobre todo bajo un temporal o en la nieve espesa. Y lanzar alaridos dejándose caer por la nieve".
     Es curioso como últimamente parecen acercárseme libros ambientados en montañas. Y yo me dejo, siempre he creído que las lecturas te eligen y que la cosa va por rachas, así que estoy disfrutando de las alturas, la soledad y los riscos en parajes que, con suerte, algún día podre conocer. Hoy traigo a mi estantería virtual, Las ocho montañas.
     Conocemos a Pietro, un chico de ciudad que veranea en los Alpes italianos. Allí comienza su amistad con Bruno, un chico de la zona, pastor, cuya vida se limita a las montañas. Pietro y Bruno se hacen amigos, se convierten en refugio uno del otro, pero la vida sigue y sus caminos se separan. Con el paso de los años se reencuentran ya adultos y viven la herencia de Bruno, que no es otra que la pasión por las montañas, legado de su padre.
     Uno se acerca a un libro con este título con cierta precaución, no sabe cuánto va a tener de naturaleza, de alpinismo, de historia. Siempre se corre el riesgo de que la pasión del autor por las montañas y la naturaleza conviertan una novela en una suerte de documental paseo a paseo, senda a senda. En este caso no es así, Cognetti tiene bien claro lo que quiere contar en su novela y, quizás por eso, da la voz a uno de sus protagonistas, Pietro.
Dividido en dos partes diferenciadas, distinguimos primero a Pietro y Bruno como jóvenes introvertidos, solitarios incluso, que se van acercando poco a poco gracias a ese incomparable paisaje y comienzan una sólida amistad entre ambos. Qué mejor lugar que la naturaleza silenciosa y misteriosa para compartir ese momento solitario, para dejarse llevar por la verdadera amistad, porque de eso trata justamente esta parte de la historia: de la amistad.
En una segunda parte, y con el padre de Pietro ya fallecido, Pietro se ha ido a la ciudad, era un chico casi de ciudad y se ha forjado un camino, sin embargo y tal vez por irse, la montaña tiene un significado para él, la pasión que su padre sentía por la montaña alcanza un significado aún mayor. Bruno se ha quedado y ahora la mirada de ambos es diferente, es la de un adulto que observa los cambios y compara. Pietro hereda una cabaña que es refugio, una pasión que es montaña.
     Cognetti ha escrito una pequeña maravilla. Y con esa frase se hace el mejor resumen de la novela. Una novela que viene marcada por los silencios llenos de palabras que no hacen falta ser pronunciadas. El silencio majestuoso de unas montañas que se exploran, lugares descubiertos y refugios reales que se construyen a la sombra de otros formados por personas. Es también una novela llena de nostalgia: la de los padres de Pietro a su pasado, al lugar en el que se conocieron, la de Pietro por las montañas y también por ese pasado que es su legado y que poco a poco se despierta, verano tras verano, ampolla tras ampolla. Curiosamente, poco le importa a Cognetti lo que hace su protagonista y narrador en la ciudad, y a nosotros tampoco más allá de sensación de tristeza que nos transmite en las primeras páginas, una tristeza que no es suya, es de su padre por haberse alejado de ellas. La lectura destila además amor por la naturaleza, una pasión que se contagia al lector que no puede evitar querer estar allí, pero lo hace de tal forma que queremos estar allí  en la naturaleza y no como ahora que todo ha cambiado y estos lugares maravillosos parecen convertirse a ratos en parques temáticos de turistas (recuerdo también esta reflexión apenada en La sustancia del mal de Luca DÁndrea).
     A veces no hace falta un misterio o un crimen para que el lector se quede pegado a las páginas de un libro y este es un claro ejemplo. Miles de lectores han salido enamorados de esta historia de crecimiento, de descubrimientos y de vida protagonizada por dos jóvenes dispares que se encuentran. Posiblemente mucha culpa la tenga el tono utilizado por el autor, que es cercano y amable, dando la sensación de honesto hasta el punto que, conociendo la vida de Cognetti, uno no puede evitar preguntarse cuánto de Pietro hay en él.Así llena su novela de frases que son casi consejos dejados aquí y allá para que los recojan los lectores, unos lectores que salen de esta novela agradecidos por  ellos sin saberlos, enamorados de las montañas Dolomitas, y de la historia de Pietro y Bruno. Aunque sean un tanto huraños a ratos.
      Hoy os recomiendo que hagáis una ruta por la vida a través de la novela Las ocho montañas. Es una lectura que merece la pena.
     Y nosotros, ¿también habéis notado que pasáis por rachas temáticas en vuestras lecturas?
     Gracias.

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