Revista Cultura y Ocio

Las olas mudas de “Todo es silencio”, película de José Luis Cuerda

Publicado el 21 octubre 2012 por Ruta42 @ruta42
Las olas mudas de “Todo es silencio”, película de José Luis Cuerda

Juan Diego, Jose Luis Cuerda y Manuel Rivas. Fotografías de Doc Pastor.

“Todo es silencio” es la historia de un triángulo sentimental que nace en la Galicia de los años 60 entre Brinco y Fins, dos jóvenes amigos de Leda. Ella es el tercer vértice del triángulo, y muestra claramente su preferencia por el segundo de estos dos amigos. Sin embargo, la relación entre ellos se rompe cuando Fins tiene que alejarse de su pueblo, Noitía, tras la muerte de su padre en un accidente cuando pescaba con dinamita.

Cuando Fins vuelva a su tierra, veinte años después, nada será igual de como lo dejó: Leda está casada con Brinco, quien ahora se dedica al narcotráfico junto con Mariscal, amante de su madre. Fins, ahora convertido en policía, intentará desarticular la red de contrabando de su antiguo amigo.

El trabajo de José Luis Cuerda se convierte así en el largo inaugural de la Semana Internacional de Cine de Valladolid número 57, y entrará a concurso junto con otras dieciséis películas que se proyectarán durante la semana del 20 al 27 de Octubre en la capital castellanoleonsa.

La última película de José Luis Cuerda es una adaptación de la novela homónima de Manuel Rivas. Ambos autores ya habían trabajado juntos en “La lengua de las mariposas”, película basada en otra obra del escritor titulada “¿Qué me quieres, amor?”. Sin embargo, esta vez, ha sido el propio Manuel Rivas quien adaptaría su obra al guión cinematográfico, siempre con la inestimable ayuda de su amigo Cuerda, como el escritor reconocía en rueda de prensa.

Lo cierto es que el resultado del tándem Rivas y Cuerda sí muestra esa tendencia hacia el género literario de la novela, bien sea por la procedencia de su guionista o por la propia forma de narrar de un director que reconocía «reivindicar el cine clásico»y querer ser honesto con la inteligencia del espectador. Y así es “Todo es silencio”, una película sin triquiñuelas visuales y asentada en una historia que transcurre con paciencia sobre el argumento de Manuel Rivas.

Las olas mudas de “Todo es silencio”, película de José Luis Cuerda

El escritor y guionista Manuel Rivas

Del guión sale también el particular humor que tan de soslayo aparece de boca de unos personajes a quienes se expone en situaciones dramáticas ante las que responderán de una manera u otra, dentro de la historia de corrupción con la que se encuentran irremediablemente vinculados.

Unos personajes que para cuerda sólo pueden alcanzar la definición de «seres humanos», y es que el tratamiento de los personajes de “Todo es silencio” demuestra un cuidado trabajo de profundización en ellos, una descripción que fluye de dentro hacia fuera y que los convierte en seres reales, sin que de ello dependa las circunstancias límite que vivirán en la película.

Fins es un ser introvertido, que sufre de “ausencias”, y que, tras veinte años sin volver a ver el mar que se acabó con la vida de su padre, regresa para ver a su madre enferma del alzheimer, a su chica con el que antes era su mejor amigo, y a este último como blanco a cazar por la Guardia Civil donde él trabaja. La situación no es fácil para él, y sólo sabe expresarlo a través de sus fotografías y de una máquina de escribir. Quim Gutiérrez consigue efectivamente interpretar ese silencio de Fins, el mismo que el protagonista mantuvo durante los veinte años que desapareció de Noitía.

Leda, por su parte, es una «superviviente nata», como expresaba Celia Freijeiro, su intérprete. Para la actriz, su personaje huye de estereotipos, y también de moralismos. Lo cierto es que el papel de Leda es uno de los más complejos del reparto, y la joven actriz lo resuelve con credibilidad.

Y el último punto que completa el triángulo roto y reconstruido décadas después es Brinco. Él será el más enérgico de los tres vértices, y así lo interpreta un Miguel Ángel Silvestre, a veces desmesurado en su papel de lugarteniente del Mariscal.

Como no podía ser de otra forma, el papel de Juan Diego en la película brilla como una lección de veteranía y madurez en la actuación. Mariscal es quizás el personaje más carismático de la película, un hombre déspota y amoral, de quien se dice que lo único bueno que hizo en su vida fue salvar del incendio del colegio unos animales disecados.

El actor contaba que, cuando leyó la obra de Manuel Rivas, pensó: «haré este personaje a pesar de mí». Y en realidad es gracias a su labor cómo el personaje toma verdaderamente la carne y el hueso a las que José Luis Cuerda aspiraba.

Las olas mudas de “Todo es silencio”, película de José Luis Cuerda

Juan Diego, ayer en Valladolid

«El narcotráfico es sólo el escenario donde ocurren las cosas» comentaba en rueda de prensa Gerardo Herrero, productor del largo. Porque lo que verdaderamente muerta “Todo es silencio” es una historia de personas, personas que se enfrentan al poder, a la corrupción, al pasado y al presente, al escapar de uno mismo o huir hacia delante.

El mar adquiere en la película un sentido místico, allí donde las aguas llevan a la costa a veces traen cientos de naranjas, y otras veces ataúdes negros. Las aguas gallegas, en un sentido parecido a la existencia humana, son capaces de romper sobre el litoral con olas, olas llenas de palabras o quizás olas mudas, que lo convierten todo en silencio.

Las olas mudas de “Todo es silencio”, película de José Luis Cuerda

Dafne Calvo

Por afecto o por defecto, pero me encanta el periodismo. Sueño con un mundo dibujado sobre viñetas, donde esté prohibido comer palomitas en el cine.

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