2020 acabó hace pocos días y antes de que finalizase, debí haber publicado esta entrada, pero como un síntoma más de lo que ha sucedido durante ese año, la conexión a Internet de mi ordenador ha fallado hasta hoy.
No voy a escribir sobre el 2020, aunque ya intenté algo en otra entrada de este blog, porque este extraño periodo de tiempo ya ha generado tantas reflexiones y tantas tonterías que es preferible leer lo que han escrito otros sobre temas como la descentralización de las ciudades, la desaparición de los cines, la reinvención del espacio doméstico... y la cantidad de personas, obras literarias y películas que ya habían predicho este cataclismo vírico.
Una de las predicciones, en este caso desacertada, sobre el 2020. apareció en 1979, en The Usborne Book of the Future: A Trip in Time to the Year 2000 and Beyond, un libro para jóvenes escrito por Kenneth William Gatland y David Jefferis, según ellos, las Olimpiadas del año pasado se celebrarían en la Luna, porque ya habría allí una colonia lo suficientemente poblada y sus habitantes querrían ganar prestigio celebrando un evento denominado la "Primera Olimpiada Interplanetaria". La antorcha olímpica sería llevada por atletas desde Grecia hasta África, donde estaría un aeropuerto espacial, y embarcada en una nave, que en menos de treinta minutos alcanzaría la estación espacia circular que, girando sobre sí misma, orbitaría alrededor de la Tierra, muy parecida a la de 2001, una odisea del espacio; después la antorcha se embarcaría en otra nave que tardaría tres días en llegar a la Luna, y allí se introduciría en un recipiente esférico para evitar que la falta de oxígeno apagase la llama. El estadio también estaría recubierto, pero por una "gran cúpula de plexiglás" y en él se batirían todos los récords gracias a la baja gravedad del satélite, un "hombre corpulento solo pesa alrededor de 11 kilos y es posible que salte una altura de 14 metros [...] por lo que hace falta un aparato especial para reemplazar la barra", en un dibujo se muestra una grúa manejada por un operario para poder colocar la barra que ha tirado un saltador de altura. Los "Moonies", como los denominan los autores, "se sienten orgullosos de los nuevos récords, aunque saben que muchos de ellos tendrán que tener un sistema de hándicaps para hacer una comparación justa con los récords existentes en la Tierra", es curioso que los autores duden de los récords absolutos y propongan este sistema de compensaciones para saber quién sería el ser humano capaz de saltar a más altura, un sistema que se complicaría si también participaran extraterrestres, lo que llevaría a cuestionar la capacidad de ser el mejor haciendo esfuerzos físicos, la esencia de los ideales olímpicos y, por tanto, del deporte en general.
Algo parecido sucede con estas Olimpiadas del 2020 que, como se sabe, se iban a celebrar en Tokio y se han tenido que suspender hasta el año que viene o más allá, por culpa de un virus. Una vez más, como le sucedió a los marcianos inventados por H. G. Wells, lo pequeño es capaz de paralizar y destruir a todos los seres humanos de un modo impredecible y fatal.