Muchos opositores y exiliados venezolanos albergan la esperanza de que el presidente Donald Trump tome una línea dura contra Venezuela y ayude a restaurar la democracia en ese país. Pero soy escéptico de que eso ocurra, al menos por ahora, por motivos que no tienen nada que ver con Venezuela.
Es cierto que Trump ha recibido en los últimos días a la esposa del líder opositor venezolano Leopoldo López, y que el gobierno de Trump anunció el 13 de febrero el congelamiento de fondos del vicepresidente venezolano Tareck El Aissami en Estados Unidos, acusándolo de ser un capo del narcotrafico.
Y hay muchas otras cosas que Trump podría hacer unilateralmente –si quisiera– contra el gobernante venezolano Nicolás Maduro.
Trump podría, por ejemplo, ordenar al Departamento de Justicia de Estados Unidos que dé a conocer los nombres de los altos funcionarios venezolanos que recibieron $98 millones en sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. Los pagos se hicieron entre 2006 y 2015 durante los gobiernos de Hugo Chávez y Maduro, según funcionarios estadounidenses que, junto con fiscales brasileños y suizos, participaron en la investigación.
Trump también podría decidir reducir las importaciones de petróleo de Venezuela, aunque esto ha sido estudiado y rechazado por todas las administraciones estadounidenses en los últimos 17 años. Muchos dicen que eso sería técnicamente complicado, y podría elevar los precios del petróleo.
Pero, según me dicen varios diplomáticos en Washington y América Latina, ninguna de estas medidas unilaterales haría mucho para restaurar la democracia en Venezuela. De hecho, salvo las invasiones militares de Estados Unidos a Granada (1983) y Panamá (1989), que nadie quiere repetir, ninguna acción unilateral estadounidense ha terminado con una dictadura latinoamericana en las últimas décadas, señalan.
Estados Unidos sólo ha podido lograr resultados contra regímenes autoritarios en América Latina en los últimos tiempos cuando lo hizo conjuntamente con otros países latinoamericanos.
En el caso de Venezuela, si Washington toma medidas unilaterales que vayan más allá de sanciones a altos funcionarios, sólo logrará darle más argumentos a Maduro para proclamarse una víctima del “imperialismo”.
La mejor manera de forzar elecciones libres en Venezuela será a través de la amenaza de sanciones diplomáticas colectivas de los 34 países miembros de la Organización de Estados Americanos.
La Carta Democrática de la OEA prevé tales sanciones diplomáticas si la mayoría de los países miembros las apoyan. Y el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, me dijo en una entrevista reciente que está a punto de lanzar un nuevo llamado para activar la Carta Democrática.
El problema es que la mayoría de los países latinoamericanos no van a votar junto al gobierno de Trump mientras el presidente de Estados Unidos siga atacando a México.
Las medidas de Trump contra la inmigración, su postura contra el libre comercio y sus insultos contra México lo han hecho tan impopular en América Latina, que se ha convertido en políticamente radioactivo. Muchos presidentes latinoamericanos temen que un voto contra Venezuela sea visto como un voto pro Trump.
Mi opinión: Trump tiene una oportunidad de oro para ayudar a lograr la democracia en Venezuela, porque la mayor parte de América Latina está tomando distancia del desastroso régimen venezolano.
Durante los últimos 18 meses, los votantes de Argentina, Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador y hasta la propia Venezuela se han manifestado de distintas formas contra líderes populistas aliados de Maduro.
Si Trump dejara de atacar a México con sus insultos diarios y absurdas exigencias de que el gobierno mexicano pague por un muro de $25,000 millones que no servirá de mucho –el 40 por ciento de los indocumentados llegan a Estados Unidos por avión y se quedan más allá de lo permitido, y la inmigración de México ha disminuido significativamente en los últimos años– tendría más apoyo de América Latina que cualquiera de sus últimos predecesores.
La única manera de ayudar a restablecer la democracia en Venezuela será a través de sanciones diplomáticas colectivas de la OEA, pero eso no ocurrirá mientras Trump siga insultando a México. Y, por ahora, Trump parece más dispuesto a complacer a los xenófobos antimexicanos entre sus seguidores que a ayudar a restituir la democracia en Venezuela.
Andres Oppenheimer Via Blog Oppenheimer
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