Pasaje destacado"Ellas son las madres. Mujeres que soportan embarazos, hijos, pérdidas; mujeres que luchan para salir adelante, para sobrevivir, para proteger a sus hijos y mantener su recuerdo, aunque ni siquiera hayan llegado a nacer. Son las amazonas de los tiempos actuales, madres monstruosas en potencia, mujeres a las que se les ha vetado el derecho a ser consideradas madres, pese a haber engendrado, parido, llorado en silencio, sin que nadie haya intentado comprenderlas.
Son mujeres como cualquier otra. No madres. Mujeres anónimas como yo —¿yo soy una de ellas?— que habitan en los márgenes del mundo, protagonizando siempre papeles secundarios. Cada una de ellas lleva un bebé agarrado a la matriz, un bebé que vive y pervivirá para siempre. Pero si las miras bien adentro, más allá de las pupilas, si te sumerges en las cuencas oculares y atraviesas pozos, ríos, terrenos pantanosos, podrás ver restos de amor, de ternura y de ausencia, de las muchas historias que todavía no han contado."
Laia Aguilar (Barcelona, 1976) es Licenciada en Comunicación Audiovisual, guionista de series de televisión y profesora española en lengua catalana. La autora comienza su andadura en el mundo de las letras en 2008 con “Les bruixes de Viladrau” (Ara Llibres), seguido de “Pare de família busca”... (Al Revés)” en 2014. En 2016 ganó el Premio Carlemany para el fomento de la lectura, y posteriormente el Premio Atrapallibres 2018, con la obra “Wolfgang” ("Extraordinari"), su novela más personal, cuyo rodaje para llevarla a la gran pantalla ha comenzado este mes de junio, dirigida por Javier Ruiz Caldera, protagonizada por Miki Esparbé y Jordi Catalán. Después publicó su segunda novela juvenil, “Juno” (Fanbooks, 2018). Para adultos solo ha escrito dos novelas: “Pluja d'estels” (Destino, 2020), por la que recibió el Premio Josep Pla de narrativa ese año y “Las otras madres” (Destino, 2022)
Los puntos fuertes de la novela
✔ El comienzo, terrible,de los que te agarran y no te dan más opción que seguir leyendo:
Cuando las puertas se abren, cuando los pasos se acercan, cuando los techos se vienen abajo, siento una punzada en el pecho. Frente a mí, los médicos y las enfermeras me observan con ojos vacíos. «Será rápido —me dice el doctor March, frunciendo la ceja izquierda—. Después, cuando te lo hayamos sacado, te subiremos a la habitación para que puedas descansar un poco. Sé que es difícil, Emma. Pero te aseguro que a muchísimas mujeres les toca pasar por una situación similar». Querría huir pero no puedo, querría escupir pero no puedo, querría protestar pero no puedo. Joder, ¿por qué me está pasando esto a mí? Esto es como un parto normal solo que no lo es. Entonces me palpo la barriga abultada y le hablo muy flojito a mi hijo, que aún está vivo. Aunque los médicos se empeñen en que crea lo contrario.
✔ La trama, impactante y los tres personajes principales, muy buenos: porque la historia se cuenta a tres voces. Son tres historias, tres mujeres que titulan capítulos que protagonizan de forma alterna, Emma, Jhanet y Natalka, Emma, Jhanet y Natalka. . . ¿Se encontrarán en algún momento las chicas, se cruzarán las tramas?
● La de Emma nos la cuenta ella misma, en primera persona del presente. Poco a poco nos iremos enterando de que su mayor ilusión en la vida era ser madre soltera. Vive su embarazo como si fuera lo único importante, lo más decisivo de su vida, pero en el momento del parto, unas palabras, «No hay latido», lo cambian todo. Una vuelta de cordón y después. . . solo queda el esfuerzo, la oscura desolación de tener que parir a un bebé muerto.
Yo esperaba un hijo. Tenía planes, como todo el mundo. El nombre escogido, el color de la habitación, la cuna de madera, la ropita, el móvil de peces y estrellas. Brindaba con un vaso de agua y me arrebujaba en el sofá sumergiéndome en un dulce sueño. Max y yo. Porque a partir de entonces seríamos siempre dos. Hijo y madre. O bien madre e hijo. Y juntos podríamos con todo, ¿verdad que sí, Max?
Se siente muy culpable y no encuentra las ganas de vivir, de seguir adelante sola, sin su hijo. Su vida se derrumba, la tristeza la envuelve, la arrastra, la sepulta. Nadie sabe qué decirle, como comportarse, las amigas y su madre, intentan ayudarla, animarla, como pueden, como saben.
Todo el mundo es capaz de lamentar la pérdida de un bebé a quien ya se le ha puesto cara. Rubio, ojos azules, labios finos, triple peca en el cuello, sonrisa amplia. Pero la muerte de un bebé que ni siquiera ha llegado a nacer vivo… No, eso es imposible. Para el mundo es como si no existiera. No, no somos capaces porque para la mayoría de la gente no ha existido nunca. ¿No ha existido mi hijo? Para mí sí que ha existido. Vivió, habitó dentro de mí, tuvo una historia, un nombre… Max. ¿Por qué el mundo en el que vivo no consigue reconocerlo?
Todo lo que la rodea es silencio, dolorosos silencios que a ella en realidad le gustaría rellenar con los recuerdos de su pobre niño Max.
Decido no mirar el móvil. Tal vez sea por la necesidad de evitar que me pregunten sobre ciertos temas, o más bien por los silencios forzados que se estiran como chicles, llenos de sobreentendidos profundos, de evasivas absurdas, de frases lanzadas al viento, de comentarios postizos. Echo tanto de menos los silencios de verdad, los silencios auténticos
● El hilo de Jhanet, con quince años, que recién acaba de llegar a Barcelona procedente de Bolivia, está narrada en tercera persona del presente. Hace más de un decenio que no ve a su madre, Eli, a la que prácticamente no conoce porque esta la dejó criándose con la abuela para buscarse ella sola la vida como podía, después de que el padre se esfumara. En España, espera reencontrarse con una madre rica, poderosa, con collares de perlas y abrigos largos, la madre que les enviaba dinero cada mes para que la abuela y ella vivieran más tranquilas, esa especie de heroína que siempre le hacía la misma promesa incumplida, «Pronto te iré a buscar y estaremos juntas, Jhanet, te lo prometo». Pero lo que ve ante sus ojos no lo reconoce, ve a una mujer viejita, arrugada, encorvada, vapuleada por la vida, intentando salir adelante cuidando a los niños de “otras madres”, a «Mis niños, a los que cuido y amo prácticamente desde que nacieron, hija», una madre que vive en un piso diminuto como un corral de gallinas, de la que se avergüenza, y con la que no se entiende.
Se quedan en silencio, sin que ninguna de las dos sepa cómo reaccionar. Demasiadas cosas que decirse; demasiados mensajes encriptados bajo la piel. No estás. Me has abandonado. ¿Por qué no vuelves? Te extraño.
● La tercera trama es la que más impresión me ha causado, la que me ha parecido más fuerte de digerir en todos los aspectos. Se trata de Natalka, una ucraniana que alquila su vientre a una pareja irlandesa de buena posición que no puede tener hijos, para sacar dinero, pero sobre todo para complacer a su novio maltratador y violento, Vasyl.
Su marido, Vasyl, está de acuerdo. «Tú y yo no queremos tener hijos, Natalka. Así que ¿por qué no ganar algo de dinero de la manera más fácil posible? Con los diez mil euros que cobrarás podremos tener una casa propia. Tardarías como mínimo doce años en reunir todo ese dinero. Una casa propia, ¿te lo imaginas? Con un pequeño jardín y un jacuzzi en el medio. Y hasta con un perro, como siempre has querido. Te gustan los teckels, ¿verdad, Natalka? Con el dinero que ganaremos podrás comprarte todo lo que quieras. Y seremos un poco más felices.
Su historia está narrada también en tercera persona del presente. Natalka pasa sus días de embarazada con las otras chicas, con “las otras no madres” en la “granja de pollos” en Kiev, la fábrica de engendrar los niños para otros, esos bebés que tendrán que entregar a los futuros padres en cuanto den a luz y hayan acabado su trabajo. Pero ¿Qué pasa si esos futuros padres se arrepienten, o desprecian niños con taras? Esa es una de las preguntas que te deja la novela.
Natalka, es solo un contenedor en el que hacer realidad su sueño. Como si fuese un fardo o un paquete envuelto con papel crespón en el que pone: «Regalo de Amazon, destino Irlanda. En caso de que salga defectuoso, le devolvemos el dinero».
Natalka se siente bastante sola, su madre murió hace unos años, sus hermanas viven en Estados Unidos y ahora solo le queda su tía Khalina también en España a la que recurre en su huída de Kiev, de Vasyl.Además no le ha hablado a nadie de su embarazo por contrato, porque sabe que ni siquiera su familia entendería la decisión que ha tomado.
✔ La prosa sin duda es un punto muy fuerte a destacar: me encanta como escribe esta mujer. Un placer leerla. . .
Detrás de las cuencas de los ojos se esconden recuerdos pintados de tristeza. La tristeza de la pérdida, de la soledad, del silencio del parto…, aquel escalofriante silencio interrumpido tan solo por las palabras vacías del doctor y por el sonido del instrumental médico.
✔ Los temas que trata, variados e interesantes, que te hacen reflexionar mucho: el aborto, el abandono de madres a hijos, los distintos vínculos entre madres e hijas, los vientres de alquiler o embarazos subrogados, la pérdida de un hijo, el significado de la palabra “madre” mas allá de los vínculos biológicos, la maternidad idealizada que aquí se desmitifica, el mundo hostil con el que se encuentran los extranjeros, los forasteros en países extraños, con distintas lenguas y costumbres que no entienden.
Entonces Natalka se pone a pensar en los vínculos. Los vínculos que nos unen a los otros y que a menudo ignoramos. Son hilos invisibles, pactos mal entendidos, secretos que se guardan en el corazón, valoraciones que por la razón que sea no podemos expresar pero que están ahí. Lazos que tal vez nos acompañarán hasta la muerte. Los vínculos afectivos.
Resumiendo:“Las otras madres” que en realidad se debería titular “Las otras no madres”, es una novela que aborda la maternidad desde distintos ángulos y desde distintas situaciones, que narra distintos tipos de maternidades, de relaciones madres-hijas. Una historia que va de eso, de madres, de hijas, de mujeres que quieren ser madres y no lo consiguen, de madres que tienen hijos y no son buenas madres aunque lo intenten, de hijas que se avergüenzan de sus madres, de mujeres que no quieren ser madres y se encuentran con embarazos no deseados.
La vida es todo lo que vivimos y nos va configurando como personas, pienso. La vida es la suma de todas nuestras historias. Somos el aquí y ahora, pienso. Somos vida y somos muerte. Somos dolor y silencio. Madres que mueren y criaturas que también mueren antes de hora.¿Os recomiendo esta novela? Por supuesto, por varios motivos: por todos los puntos destacables que os he contado arriba, pero también porque me ha enganchado, entusiasmado desde el comienzo, y a pesar de tener la historia su lado triste y amargo, también destila ternura, optimismo, y porque el final me ha parecido muy bueno. Un final de esos que te dejan con emociones a flor de piel y lágrimas contenidas. ¡No os lo perdáis!Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: