Los acontecimientos
astronómicos están detrás de la celebración de numerosas fiestas religiosas en
todo el mundo
José Manuel Abad Liñán · Fuente: El País
La noche de San Juan es el fruto de la cristianización de un
rito pagano, la llegada del solsticio de verano. A partir de esta fecha el sol
empieza a decaer (los días comienzan a acortarse lentamente) y, para ayudar al
astro en ese trance, se le alienta con el fuego de las hogueras.
No es esta la única tradición vinculada a un evento
astronómico, como comenta Juan Antonio Belmonte (Murcia, 1962), científico del
Instituto de Astrofísica de Canarias y especialista en arqueoastronomía, la
ciencia que estudia los usos astronómicos en las culturas antiguas: “Las Cruces
de mayo también tienen origen pagano y astronómico, y están vinculadas a la
antigua tradición celta de Beltane o Bealtaine, a principios de mayo, que
festejaba el culmen del verano. En el calendario actual las estaciones se
dividen de manera distinta a los celtas, probablemente también a como se hacía
en el mundo celta hispano, para quienes el verano comenzaba a principios de
mayo y no con el solsticio”, señala el investigador.
¿Por qué? “A diferencia de nosotros, los celtas celebraban
el momento culminante de cada estación, no su inicio”. De este modo, el culmen
del otoño, llamado Lugnasad, coincidía aproximadamente con la fiesta de la
Virgen de Agosto, a mediados de agosto; el del invierno en noviembre (Imbolc,
la actual fiesta de Todos los Santos) y el de la primavera en torno a la actual
Candelaria, denominada Candlemas, a principios de febrero. “Cuatro de las
festividades cristianas más importantes son en realidad festividades paganas”
relacionadas con eventos astronómicos, apunta el experto. “Desde un punto de
vista de horas de insolación, sobre todo en el centro y el norte de Europa,
tiene mucho sentido celebrar el verano desde mayo hasta agosto, que son los
días de más duración del año”, precisa.
La Natividad constituye el ejemplo más destacado de
cristianización de un evento astronómico. “Se celebra el nacimiento del Sol
Invicto, el solsticio de invierno. En la Biblia no hay constancia de cuándo
nace Jesús, pero se dice que en torno al portal hay ovejas pastando. Eso en el
mes de diciembre en Palestina era impensable; las ovejas estaban estabuladas”,
aclara el investigador afincado en Canarias. Jesús de Nazaret “nacería en
primavera o verano, pero en un momento determinado al papado le interesó
cristianizar uno de los hitos principales del calendario pagano”. Esta fecha
coincidía además con la celebración del nacimiento del dios Mitra, una de las
dos religiones más difundidas en el siglo III y IV, curiosamente junto a su
gran rival, el cristianismo.
Solsticio de invierno
en el hemisferio sur
En estas mismas fechas en Perú, Ecuador y Colombia se
celebra el Inti Raymi, una fiesta de adoración al dios Sol inca, Inti, que
marca la llegada del solsticio de invierno en el hemisferio sur. “Era una fiesta
en decadencia, pero por interés turístico se ha ido recuperando en los últimos
años el dios Inti ha vuelto a pasear por la ciudad. En Sacsayhuamán [explanada
al norte de Cuzco, Perú] se celebra un festival con bailes típicos”, indica
Juan Antonio Belmonte.
Hay que trasladarse a Japón para asistir a otra tradición
vinculada a los solsticios. La religión oficial del país, el sintoísmo, celebra
a su diosa solar Amateratsu, considerada antepasada de la familia imperial.
“Cada veinte años se inaugura un templo renovado por completo a la diosa en la
localidad de Ise. Los restos de los templos anteriores se dispersan por el país
como reliquias”.
Aunque Belmonte no establece vínculo entre ambas
tradiciones, en el cristianismo hay un ciclo de duración muy similar: el
llamado ciclo metónico, de 19 años, que se utiliza para fijar la fecha de la
Pascua de Resurrección. Su definición parece propia de un trabalenguas: “El
Domingo de Gloria es el primer domingo que sigue a la luna llena que sigue al
equinoccio de primavera siempre y no sea domingo a su vez. Por eso siempre es
luna llena en Semana Santa”.
Es sabido que las civilizaciones desaparecidas concedían una
importancia extraordinaria a los cambios de las estaciones. “No existen
registros de la época prehistórica, pero tenemos monumentos que nos indican que
las culturas conocían el solsticio de verano. Stonehenge es un ejemplo”. Eso
sí, “es importante indicar que no se trata de un observatorio”, sino un lugar
de celebración, de control mágico de la naturaleza. Para Belmonte, el crómlech
inglés es “un templo funerario que incluye orientaciones astronómicas, al igual
que las pirámides de Egipto”.
Hay que esperar a los griegos para encontrar los primeros
observatorios: “Fueron los primeros que observaron el cielo con objetivos
científicos, aunque los egipcios y los babilonios ya miraban al cielo con
sentido práctico para establecer relojes estelares y medir el tiempo;
observaron el cielo para establecer calendarios más o menos regulares”. El
instrumental astronómico más antiguo del que se tiene constancia es la máquina
de Anticitera, descubierta en el pecio de un naufragio. Gracias a una
tomografía por capas “se sabe que es un dispositivo que permitía calcular las
órbitas planetarias y las horas de una forma relativamente precisa”, apunta el
investigador. “Los griegos en época helenística habían logrado crear
instrumentos de observación avanzados”.