Revista Cultura y Ocio
La novela negra no es lo mío en absoluto, tampoco lo son los bestsellers. Ambas, pese a que suelen generar furor en el público, en especial últimamente con fenómenos como la novela negra nórdica, suelen aburrirme. Por eso, ha sido una gran sorpresa Las ovejas de Glennkill de la alemana Leoni Swan, una novela atípica que batió records de venta en su país y que ha sido traducida con gran éxito a múltiples idiomas. La historia se desarrolla en un granja irlandesa, un día el pastor es encontrado muerto por sus ovejas con una pala atravesándole el pecho. Éstas, que no son unas ovejas cualquiera, pues su pastor se dedicaba a leerles libros todas las noches, deciden investigar el crimen y vengar así a su pastor. De este modo, se vuelven las tornas, y las ovejas ocupan el lugar del ya clásico detective, con lo que las escenas cómicas son continuas. Es realmente increíble cómo la autora consigue meternos en ese mundo y que los pensamientos y actitudes de las ovejas nos parezcan de lo más normal. Está claro que por mucha educación que les diese su dueño, nunca acaban de entender bien al ser humano, es por ejemplo muy divertido ver cómo hacen un paralelismo entre el cementerio y un huerto gigante en el que plantan a humanos. Se trata de una novela sin pretensiones, para pasar un rato agradable y divertido y desconectar un poco. Eso sí, sus protagonistas ovejas son de esos personajes que no se olvidan fácilmente, y da pena terminar el libro y dejar de leer sobre sus andanzas: mis favoritas sin duda son Mopple the Whale, la glotona pero memoriosa oveja; Miss Maple, la más lista del rebaño y Othelo, un macho con cuatro cuernos y muchos secretos a sus espaldas.