Este texto habla de la historia de la saga de Uncharted. Contiene spoilers.
Las películas de acción clásicas suelen emplear los mismos ingredientes: un hombre carismático y una mujer con mucho dinamismo salvan el mundo y terminan juntos ante un atardecer. Una fórmula que ya conocemos. Pero a la hora de hacer una secuela y repetir la fórmula, el protagonista debe volver a enamorarse, y para eso necesita estar soltero.
Es por eso que Sandra Bullock aparece sin Keanu Reeves para el principio de Speed 2. ¿Por qué ya no están juntos? ¿Cuáles son las diferencias desde la última vez que los vimos? ¿Qué ocurrió? Uncharted presenta un caso similar, exhibiendo sus referencias, pero Naughty Dog buscó hacer algo más con su nueva entrega.
Nathan Drake, nuestro aventurero carismático, conoce a Elena Fisher cuando su programa documental financia una expedición a Panamá. Juntos, se pelean, se aman y llegan al final sin un beso, pero con la certeza de un futuro juntos. Para el siguiente juego, dos años más tarde, vuelven a encontrarse por casualidad. Existió algún conflicto cuyos detalles ignoramos, porque dan por entendido que no se trató de una relación duradera, pero continúan demostrando sentimientos el uno por el otro. Durante una nueva oportunidad para salvar el mundo, redescubren ese amor y acaban juntos. Al parecer, nada es para siempre.
Desde un principio, el personaje de Drake es uno ideal. Su actitud relajada no consigue explicar un físico tan atlético, y de alguna forma logra verse cómodo haciendo las cosas más ridículas. Se divierte con todo lo que hace incluso cuando se rodea de peligro, algo que resulta contagioso en cualquier situación. Quiero ser como él. ¿Quién no querría vivir recorriendo el mundo y con el cabello siempre bien peinado?
Elena: ¿Qué es? Vamos, levántalo.
Nathan: No, no, no, de ningún modo. El trato era por el ataúd, es todo.
Elena: Un momento, si mi programa no hubiera financiado esta expedición…
Nathan: Hey, hey… ya tienes tu historia, bonita.
Elena: Señor Drake, has firmado un contrato. Tengo derecho a verlo todo.
Elena: Ven un momento. Quiero enseñarte algo.
Nathan: ¿Aún funciona esa cosa?
Elena: Ajá. Mira esto.
Nathan: Elena, no me apetece cargar con tu acribillado cadáver en mi conciencia. Vamos.
Elena: Vamos, si quieres rendirte, hazlo, pero no me uses como excusa.
Elena: ¿Alguien especial?
Nathan: Ah, sí, supongo que sí.
Elena: Te creía más del estilo de una mujer en cada puerto.
Nathan: Qué más quisiera. No, esto era el anillo de Francis Drake. Algo así como una herencia.
Elena: ¿Sic parvis magna?
Nathan: «La grandeza nace de pequeños comienzos», era su lema.
Elena: Para alguien lo bastante listo para entenderlo.
Nathan: Como en los viejos tiempos, ¿eh?
Elena: Sí, y que lo digas…
Es en la tercer entrega, Uncharted: Drake’s Deception, donde se presentan pequeños indicios de cómo opera su dinámica una vez que se termina la acción. El tiempo desde su última aventura fue suficiente no sólo para que Drake y Elena se casaran, sino también para que llegaran a separarse una vez más. Ella continúa llevando su anillo, sí, pero algo en su relación no logró funcionar. Ya no están juntos, y un comentario de Elena indica que fue él quien eligió irse.
Su fobia al compromiso es una condición que ya se había mencionado en el juego anterior, donde Chloe, una de sus parejas en otro puerto, se burla de Drake por abandonar relaciones con frecuencia. Es lo que hace. Conoce mujeres en el ardor de algún viaje y, cuando el calor se disipa, continúa en otro rumbo.
La misma directora creativa de la franquicia, Amy Hennig, utilizó un ejemplo simple para describir al personaje, y dice algo así: se trata de un chico que nunca creció, es ideal para explorar el mundo pero se vuelve complicado cuando esperas que vaya a la tienda a comprar un cartón de huevos.
Pero Drake’s Deception llega a una buena despedida. Nathan Drake da su búsqueda de tesoros por concluida y cambia el anillo de su supuesto ancestro por el de matrimonio. Logramos ver una reconciliación hermosa, esperada y llena de promesas. Juntos, Nate y Elena caminan no exactamente hacia un atardecer pero sí hacia un avión que los llevará más allá del horizonte. Un final feliz. Uncharted 4: A Thief’s End aparece para agregar un poco más de historia y arruinar relaciones.
Nathan: Me gusta cómo piensas.
Elena: Lo sé.
Nathan: No, quiero decir que…
Elena: Sé qué quieres decir.
Nathan: Lo siento.
Elena: Ya lo sé.
Nathan: Casi te pierdo la última vez.
Elena: No me vas a perder.
Nathan: No quiero volver a pasar por eso.
Esta nueva aventura comienza con un protagonista insatisfecho por la vida cotidiana, aburrido por la legalidad de su trabajo y en busca de cualquier excusa para huir. Su necesidad de escapar a la felicidad surge una vez más, dando a entender que Drake no ha cambiado después de todo. Tal vez no pueda cambiar. El sedentarismo no es para él, y comienza a sabotear la relación.
Su hermano regresa de la muerte (un hermano cuya existencia tanto Elena como los jugadores ignoraban) y presenta la oportunidad perfecta para recuperar aquellas aventuras que ya todos dábamos por perdidas. No está mal. Después de todo, atender a la familia es algo que siempre toma una prioridad inmediata, particularmente cuando involucra un viaje improvisado por Europa.
El inconveniente está en su desarrollo, cuando la primer reacción de Drake ante esta reaparición es tomar el teléfono para mentirle a su esposa, diciendo que debe viajar por trabajo. Y, cuando la expedición se prolonga, llama a Elena una vez más para continuar con la mentira. Un engaño innecesario que indica problemas profundos en la relación y señala el final de mi confianza en el personaje.
Pero el juego nos ofrece distintas escenas, algunas explícitas y otras tácitas. Por un lado, somos testigos de su rutina diaria, lo vemos hacer un esfuerzo. Mantiene un oficio estable con un domicilio un tanto más permanente, donde la cocina está bien amueblada e incluso tiene un canasto para el reciclaje, tal vez la señal más clara de una vida doméstica. Por el otro, sus conversaciones con Elena están plagadas de disculpas cada vez que demuestra emoción por una posible aventura. Parece ser un tema que ha surgido más de una vez, y cuya conclusión fue rechazarlo por completo, esconder su identidad en un ático. Ojos que no ven, corazón que no siente, ¿no? Negar un problema es sólo una mentira más, y no hace que éste desaparezca.
Toda relación se construye a partir de comunicación y de franqueza. No consiste sólo en la conexión generada tras haber salvado el mundo, cementada con un beso al final de la historia, sino en que cada uno pueda disfrutar de la compañía del otro. Es cierto que los videojuegos (y las películas de acción que Uncharted toma como inspiración) rara vez se concentran en lo que ocurre después, pero no por eso se vuelve menos importante. Muy por el contrario, es la porción más agradable: realmente conocerse.
Aprender sobre Elena a través de la franquicia es uno de los detalles más deliciosos de su redacción. Una periodista capaz que ha logrado demostrar su valor, en momentos tierna o graciosa, pero siempre preparada para actuar cuando hace falta. Incluso cuando la vemos acompañada de otros personajes sus objetivos permanecen suyos, nunca es escolta de nadie. Y sabe reconocer sus prioridades. Siempre un rasgo importante.
Lo más trágico es que la acción no le resulta ajena. Si Drake le hubiese preguntado, no queda ninguna duda, ella se habría unido al viaje sin problemas. La mejor forma de evitar una relación no saludable no es sacrificar la individualidad, sino el egoísmo. Un matrimonio no implica que las aventuras se hayan acabado, no, pero sí que ahora hay alguien con quien compartirlas.
Nate y Elena han tenido una relación extensa tras tres juegos, y en cada oportunidad fueron puestos a prueba por la inhabilidad de Drake a comprometerse. Es algo comprensible, hasta cierto punto. No cualquier persona comparte el atractivo de una relación duradera, y no sería razonable forzarla tampoco, pero el punto de quiebre ocurre en la falta de comunicación. No en el hecho de que una relación llegue a su fin, incluso las mejores lo hacen, pero sí en el hecho de abandonarla sin comunicarlo. Que él continúe mintiendo, escondiendo información en lugar de sentarse a discutir como un adulto.
Pero explorar la profundidad de una relación humana resulta placentero, incluso cuando lo que encontramos en el fondo es menos agradable. Volver a escuchar diálogos de los juegos anteriores es más rico ahora que tenemos en consideración todo aquello que no están diciendo en el momento. Desde sus primeras interacciones, frías y sin hacer contacto visual, hasta sus momentos de intimidad cómoda. Los matices y los detalles pasan a un primer plano, nos permiten disfrutar de la relación entre ambos de una forma que antes no podíamos.
En ese sentido, Uncharted 4: A Thief’s End no es tanto un libro nuevo para la saga, sino las páginas que faltaban de los personajes. Por fin logramos conocer a los verdaderos Nathan Drake y Elena Fisher, humanos frágiles, con las fallas que les corresponden. Esperemos que compartan las mejores aventuras juntos.
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