Por Marcia Medina Cruzata
“Nuestra habilidad para alcanzar la unidad
dentro de la diversidad será la belleza y la
prueba de nuestra civilización”.
Ghandhi
La era digital bloqueó -como en un tablet- este natural, seductor e interesante retrato familiar; hoy estamos atrapados, al parecer irremediablemente, en un conflicto de intereses… destruimos, a conciencia o no, los valores que nos hacen universales y únicos.
Desde mi punto de vista, que tal vez sea miope, considero que existen fuerzas internas y externas que nos han llevado a este triste pero real peligro: van desde los gobiernos y sus incidencias nacionales e internacionales hasta las familias y su actuar comunitario; que conste, no niego y soy partidaria del desarrollo y la utilización de las tecnologías de nueva generación y que todos tengamos acceso a ellas, ya que no es sólo una necesidad sino un derecho, muestra de evolución y avance; sin embargo, paradójicamente, cuanto más prosperamos en términos técnicos y científicos más nos alejamos de nuestra esencia: se imponen y señorean las envidias, el egoísmo… prima la mediocridad, la mentira, el irrespeto familiar, la manipulación sin medidas. Algo se mueve mal, porque el progreso nos debe hacer mejores ciudadanos, con alta responsabilidad y sentimientos elevados, de lo contrario ¿para qué nos sirve la tecnología de punta?, ¿para presenciar azorados el reciente trance entre Corea del Norte y Corea del Sur, o esperar -como dijo un escritor- “que nuestros hijos sean padres para que conozcan el poder que tienen los hijos de hacer daño a los padres”.
No logro explicarme cómo, a estas alturas, a muchos sólo los une el interés material o la fuerza, y me refiero a países y a personas, sin que nos detengamos un instante a pensar en el bienestar de todos: no juzgo, no enjuicio, no reclamo, no censuro, soy tan sólo una espectadora más, inquieta y con alguna que otra experiencia personal de todo lo que me rodea, con una dosis de sufrimiento pero con gusto infinito de haber tenido la oportunidad, en vida, de acercarme y conocer un poquito en qué nos hemos convertido, hasta dónde hemos llegado; eso me da la ventaja de no terminar engañada ante un espejismo y me reafirma que incluso contra vientos y mareas hoy, “LAS PALOMAS VUELAN SIEMPRE A DONDE HAY PAN”
30 de mayo de 2013