Que tontería mayúscula es esa de las parejas perfectas o ideales. Me viene a la cabeza porque hace muy poco he sabido de otro matrimonio que se rompe, con descendencia, que siempre es más duro, y a propósito de los ya ex alguien ha comentado “Si eran la pareja perfecta, de cualquiera se podría esperar, pero de ellos…” Resulta que no conozco ninguna pareja perfecta. He creído conocerlas, es más, hasta he creído tenerla -pura ignorancia- y hoy puedo decir que era eso, una creencia, una ensoñación, la quimera del enamoramiento, de la primera fase.
La primera fase en la que no atisbas en el otro ni el más mínimo fallo o defecto o “tara”. Luego asoman, los del otro, y el otro empieza a ver los tuyos tras la ceguera inicial. Y una de dos o se nos rompió el amor –si es que lo hubo, quizás era enamoramiento o encoñamiento (una palabra espantosa según mi madre, pero a veces es eso) o capricho- o comienza “Lo Nuestro”, con mayúsculas. Lo Nuestro, por cierto, no siempre se traduce en casarse, tener tres churumbeles y comer perdices.
La perfección es aburrida y, sobre todo, inhumana. Quererse en la imperfección es más difícil pero llena más. Pensará alguien que donde dije digo digo Diego, esto es, que me desdigo de lo que escribí aquí. Nada de eso.
Se trata de algo más prosaico. Hoy estoy ovulando y me encuentro rara, hinchada, y ciclotímica. Y últimamente es sufriendo yo misma mis intensas ovulaciones y mis molestas menstruaciones cuando me he dado cuenta de lo alejada que estoy de lo sublime. Sé que es un tópico, pero me pongo insoportable y delicada en extremo. El pobre Desconcierto lo lleva con estoicismo, me soporta y cuando pasa ese par de días en los que estoy más sensible que el culito de un bebé hasta puedo hacer chascarrillos sobre el particular. Y reírme de mi misma, que es algo sanísimo y un deporte que en general se practica poco. Yo misma, hasta hace no tantos años, era incapaz de reirme a mi costa.
Cuando empecé con él yo no tenía estos altibajos hormonales -estarían enmascarados por el enamoramiento-. Y el caso es que ahora los tengo y tampoco temo mostrarlos. Ni eso ni mis debilidades o miedos. Los malos ratos, el estrés, el llanto a veces. Mis altibajos. Ni creo que él tema que le vea en esa faceta. Eso se lo debemos al tiempo y a no tener miedo a estar realmente desnudos. Lejos del espejismo de la perfección ideal también se quiere bien y, sobre todo, se quiere realmente.