Revista Insólito

Las Peñas de la Hoz

Publicado el 05 noviembre 2020 por Monpalentina @FFroi
Las Peñas de la Hoz

Los arroyos que bajan de Piedrasluengas y de la vertiente suroeste de Peñalabra se han abierto camino entre la masa caliza que las cierra el paso. Con ahínco y constancia, al cabo de los siglos, han logrado horadar la roca y abrir el desfiladero conocido por la Hoz.

Las Peñas de la Hoz


La Hoz era tan angosta que no permitía el paso de los carruajes y ganado. Por eso hasta el siglo pasado, el camino que enlazaba Cervera por la Pernía con la Liébana tenía su acceso más cómodo por Casavegas al pueblo cántabro de Caloca. El otro, que pasaba la Collada de Piedrasluengas tenía que remontar una difícil rampa para salvar el espolón calizo que se desprende de la Cotera.

Las Peñas de la Hoz


Con el empleo de la dinamita las vías de comunicación recibieron un fuerte impulso y pudieron ser salvadas dificultades como las que reseñamos. Así pudo ser abierta la Hoz y a consecuencia ha ido olvidándose el viejo paso de Casavegas, utilizado por los hombres desde los más antiguos tiempos de la humanidad.

Las Peñas de la Hoz


Hoy día cuando los vehículos entran en el corto, pero estrecho desfiladero, hacen resonar sus bocinas con ecos repetidos y todos admiramos las verticales paredes, los callejones empinados y el ingenio que nos premite superar todos los obstáculos.

Pero su belleza es trágica en los días crudos del invierno, cuando la cellisca fuerza el pasaje con sus locas turbulencias, adhiere la nieve a las paredes verticales y se forman peligrosas placas en equilibrio inestable. Si la nevada es grande, puede deslizarse por los empinados callejones que desembocan en la Hoz. El arroyo desaparece bajo los conos de nieve y las quitanieves han de emplearse a fondo para abrir los cien metros de pasaje.

En los tiempos no tan lejanos, en que los montañeses como única herramienta tenían sus palas, tenían que adoptar un sistema de escalones de la altura de un hombre para poder sacar la nieve de las capas profundas. Hasta cinco escalones con sus respectivas cuadrillas he contado en ocasiones, cuando las famosas nevadas del 54. Un espesor de más de ocho metros de nieve prensada por el tiempo.

Imágenes: José L Estalayo

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