Revista Cultura y Ocio
Desde la prehistoria el ser humano se ha servido de la danza para expresarse, como ritual o por mera diversión. Cada época y cultura tiene sus bailes que la definen. La danza tribal, la danza clásica, el vals, los bailes regionales, el claqué, el bolero, la lambada… En esta década, como todos sabemos, bailamos el… uhmm… ¿bailamos? ¿Estaremos bailando poco? Yo, desde luego, bastante menos de lo que me gustaría. Pero, en general: nos juntamos para comer, beber, charlar, hacer deporte, viajar… hacemos fotos, las compartimos… Para bailar, menos, ¿no? (sujetar una bebida con la mano y mover rítmicamente la cabeza no cuenta). Conocemos que supone un ejercicio muy completo y saludable y que con él generamos endorfinas, obviando lo que facilita el acercamiento, y ¡nos lo estamos perdiendo! Hay lugares en donde incluso los conflictos se resuelven con una danza, donde “las leyes se bailan”. Así lo hace el grupo étnico Akwapern, en Ghana, con su fontomfrom. Los bailarines van pasando delante del rey y le cuentan historias con sus movimientos, en un ceremonial que controla el percusionista principal. Este tambor jefe marca el ritmo de las participaciones, invitándoles a entrar o a salir del centro de la oratoria y sancionando, reprobando o alabando el contenido de los discursos bailados.Si es que hay bailes para todo. El último estilo que descubrí, hace unos meses ya, se llama lindy-hop ( o jitterbug). Se baila en pareja y con música de swing. Sí, el jazz se puede bailar… Podría ser la evolución del charlestón y el precursor del rock & roll. Está causando furor en centroeuropa y ya existen varias escuelas y locales especializados en Madrid y Barcelona. Permite mucha improvisación y fusión con otros bailes. Es realmente divertido y cada pareja le da su estilo (una curiosidad: se habla de leader y follower y no de chico y chica, cabe cualquier combinación). En realidad no es nada nuevo, nació al principio de los años 30, en el barrio de Harlem. Lo que más me gusta de su historia: se cree que surgió para olvidar el devastador crack del 29. ¿Qué tal si les imitamos y nos desprendemos de una vez del “mal-rollito-crisero” a base de saltos y patadas rítmicas? ¿Bailamos?