Siempre he creído que las empresas están formadas por personas y, como consecuencia de ello, su crecimiento y desarrollo personal va ligado al crecimiento y desarrollo de las propias empresas! Pero pocas empresas lo creen así. Supongo que se debe al temor de que el crecimiento de las empresas y de su economía están aún fundadas en la poca humanidad de un Sistema algo perverso que niega al ser humano como ineludible protagonista de la sociedad. El miedo a que la potenciación del ser humano sea un detonante de una sublevación en la empresa o institución o, como consecuencia, contra un Sistema que, sin lugar a dudas, debemos cambiar! Las personas han dejado de ser objetos productivos! A pesar de seguir llamando departamento de Recursos Humanos como tal, para muchas organizaciones el empleado sigue siendo un recurso económico, al que solo se le exije rendimiento y esfuerzo, no su capacidad real y humana de aportar talento, creatividad y propósito a la empresa o institución para la que trabaja!
Ese y no otro es el gran reto que la crisis nos está invitando a emprender. Es el nuevo y gran paradigma que debemos cambiar en nuestro mundo inhumano, insano y autodestructivo. Porque, tras el ser humano y el respeto a éste, está sin duda el respeto al medio ambiente y a los otros seres humanos que nos rodean. Detrás está la responsabilidad de la persona ante el mundo, pues esa es una de las cualidades inherentes del ser humano y no tanto de la empresa, como organización. En un mundo cada día más complejo, sofisticado, competitivo e irresponsable, es necesaria la potenciación del ser humano, invitándole a redescubrir y vivir de manera coherente sus valores más esenciales! Solo eso propiciará el cambio necesario en la sociedad que ahora, en plena crisis, se nos invita a cambiar… simplemente para sobrevivir a esta locura que hoy nos invade a todos!
Aquí te traigo un texto ajeno que habla de todo ello. Extrae tus propias conclusiones.
Obviamente, hay que proponerse ser un modelo de integridad y de buenas intenciones, y liderar un equipo que se caracterice por esas mismas cualidades. Y es que, además de su valor intrínseco, la personalidad también es rentable a nivel económico: genera dividendos de confianza. Tal y como Patricia Aburdene dice en su libro Megatendencias 2010: “Todavía no nos hemos dado cuenta de que, en realidad, contar con principios morales elevados es muy rentable”.
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Demasiadas organizaciones sufren aún la resaca de la era industrial. Tratan a las personas como a objetos, como piezas de recambio, como un mero coste inevitable. No se respetan ni sus mentes ni sus corazones, a los que no se considera como fuentes de soluciones y de compromiso. Viven en el temor de perder su futuro si no “siguen la línea”, y no hacen lo que se les dice. Y el riesgo que corren estas organizaciones es que, en momentos de crisis, los líderes suelen caer en la tentación de acortar todavía más las tiendas y reforzar el paradigma de control de la era industrial para intensificar el miedo.
¿Por qué reducir el miedo debería ser una de las prioridades principales en momentos de crisis? Porque resulta imprescindible para asegurar resultados en tiempos de incertidumbre.
Si la misión es lo bastante importante, no habrá personas temerosas esforzándose por alcanzarla. Irónicamente, cuanto más rígido es el control, más miedo se genera y menos probabilidades hay de alcanzar la misión. Aunque resulta casi contraintuitivo, es cierto: cuando se da libertad a personas con talento, con energía y con ingenio, para que alcancen una misión importante, encontrarán la manera de hacerlo. Se puede confiar en ellas. No hay de qué preocuparse.
“Asegurar resultados en tiempos de incertidumbre”, de Stephen Covey.
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